Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1)(65)



—Del accidente —concreté.

—Sí, ya sabes lo que quería decir.

—?Y por qué no lo haces?

—?El qué? —Oliver frunció el ce?o.

—Decirlo claramente. ?Hablas con Leah de tus padres?

—No. —Me quitó un cigarro—. Tampoco creo que sea lo más conveniente todavía en este momento. Lo ha pasado muy mal, Axel, no lo encajó bien, fue difícil…

—Si nunca lo afronta, no lo superará.

Oliver sacudió la cabeza un poco enfadado.

—?Qué cojones quieres que haga? Me paso tres semanas al mes a cientos de kilómetros de aquí, y ahora que ella está mejor lo último que quiero es volver a hundirla en la mierda. Hace meses ni siquiera soportaba acercarse a algo que le recordase a ellos. Así que no, no quiero ni nombrarlos, no quiero hacerla sentir mal ni que sufra más.

—Pero, Oliver…

—Tú no estabas en ese coche.

—Tú tampoco.

—Exacto. Esa es la diferencia. Que ella sí.

Se puso en pie y lo seguí por la terraza. No estaba acostumbrado a discutir con él; no por cosas serias, al menos. Una vez, en la universidad, borrachos, nos habíamos dado de pu?etazos hasta que nos sangró la nariz.

A la ma?ana siguiente ni siquiera recordábamos por qué. Creo que fue por una chica o por algo relacionado con uno de los posavasos del lugar en el que estábamos de fiesta. La cuestión es que no era importante, porque de lo contrario lo habríamos sabido.

—?Espera, Oliver! —lo sujeté del hombro.

—Perdona. Es solo que no sé…

—?Qué pasa?

—Todo es tan diferente… —Se pasó una mano por el pelo—. No solo Leah. Mi vida también. Ni siquiera sé qué haré cuando acabe el trabajo en Sídney y vuelva aquí…

—?Qué intentas decirme?

Se mordió el labio.

—Que Bega estará allí. Y si todo sale bien, Leah vivirá en Brisbane.

No sé si tiene sentido que regrese a Byron Bay como si nada. Ni sé si podré volver a ser el mismo de antes…

Quise decirle: ?Nosotros somos tu familia?, pero las palabras se me quedaron atascadas. Comprendí esa sensación de que quizá ya no formaba parte de ningún lugar concreto. Antes de que pudiese decir algo, Oliver chasqueó la lengua, me dio un abrazo rápido y se despidió de mí tras robarme otro cigarro y colocárselo detrás de la oreja.

Me quedé tenso, igual de inquieto. Me dejé caer de nuevo en los escalones y me encendí el segundo cigarro. Observé el humo ensimismado, recordando lo que le había dicho a su hermana unos días atrás. Que me la follaría con los dedos. Que solo podía pensar en su boca. Cerré los ojos y cogí aire con fuerza. Estaba perdiendo la cabeza. Era eso.

Estaba perdiendo la cabeza por ella.





65



LEAH

Era una noche templada de oto?o y yo no podía dejar de pensar en la charla que aquel día nos habían dado en el instituto sobre tomar decisiones, elegir caminos, dibujar futuros. Aún quedaba todo el curso por delante, pero hacía a?os que sabía lo que quería hacer.

Mi padre me miró sonriente, sentado en su sillón de colores.

—?Seguro que lo tienes claro? Si te apetece dedicarte a cualquier otra cosa…

—?Cómo a qué? —me reí.

—Astronauta, por ejemplo.

Saboreé la piruleta que tenía en la boca.

—O probadora de golosinas. Eso se me daría bien.

—Monitora de buceo, eso te gusta, ?no?

—Sí, mucho. Pero lo tengo decidido. Quiero pintar. Estudiaré Bellas Artes.

Mi padre se quitó las gafas y limpió los cristales con la tela de la camiseta. Distinguí un deje de orgullo en esos ojos peque?os pero vivaces.

—Tú mejor que nadie eres consciente de que es un mundo duro y complicado, pero eres buena, Leah, y tu madre y yo te apoyaremos en todo lo que necesites; lo sabes, ?verdad?

—Lo sé. —Me levanté y lo abracé muy muy fuerte.





66



AXEL

Silencio. Todo silencio. Tanto que parecía una casa distinta. Me sentí cansado y aparté el encargo en el que estaba trabajando. Y no sé por qué lo hice, sabía que no estaba bien, pero aun así…, aun así me levanté, abrí la puerta de la habitación de Leah y la registré intentando encontrar el cuadernillo que había llevado bajo el brazo durante el último mes. Quería verlo. Necesitaba verlo.

Ignoré la sensación de culpabilidad en el pecho mientras revolvía entre los cajones. Pero no encontré nada. Tan solo un papel algo arrugado. Lo cogí y me senté en la cama mirando el dibujo de Leah que yo había hecho a?os atrás en el sobre donde metí las entradas que le regalé por su cumplea?os. Era una de las pocas veces en las que había dibujado algo sin que nadie me lo encargase, sin que fuese un trabajo. Me fijé en los mofletes redondos y rojos, en sus ojos enormes, en la trenza que caía sobre el hombro de la caricatura y en el pincel que sostenía en la mano mientras sonreía.

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