El lado bueno de las cosas(60)
—Ahora que ya hemos bailado, ?puedo volver a hablar de los partidos de los Eagles? Lo digo porque tengo muchos aficionados de los Eagles esperándome.
—Después de haberte aprendido la coreografía, puedes hacer lo que quieras, Pat —me susurra Tiffany al oído. Luego espero un buen rato a que deje de abrazarme.
Me meto en el armarito para cambiarme y cuando Tiffany me dice que ya no hay adolescentes desnudas en la parte de atrás del escenario salgo a reunirme con mis fans. Cuando bajo del escenario, la se?ora Webster me coge la mano, me mira a los ojos y dice:
—Gracias. —No deja de mirarme a los ojos, pero la anciana se?ora no dice nada más y eso me resulta extra?o.
Finalmente, Veronica dice:
—Lo que mi madre quiere decir es que lo de esta noche ha significado mucho para Tiffany.
Emily me se?ala y me dice:
—?Pap!
—Así es, Em —dice Ronnie—, el tío Pat.
—?Pap! ?Pap! ?Pap!
Todos nos reímos, pero entonces oigo a cincuenta indios cantando:
—?Baskett! ?Baskett! ?Baskett!
—Mejor ve a reunirte con tus escandalosos fans —dice Ronnie, así que me dirijo a la marea de camisetas de los Eagles. Otros espectadores que no conozco me dan palmaditas en la espalda y me dan la enhorabuena mientras me abro paso hacia ellos.
—Has estado genial ahí arriba —dice mi madre, de una forma que sé que le han sorprendido mis excelentes habilidades como bailarín. Mamá me abraza—. Estoy tan orgullosa…
Le devuelvo el abrazo.
—?Papá está aquí?
—Olvídate de papá —dice Jake—, tienes a unos sesenta hombres salvajes esperando para llevarte a la fiesta previa al partido más salvaje que hayas visto nunca.
—Espero que no hayas pensado en dormir esta noche —me dice Caitlin.
—?Listo para terminar con la maldición de Pat Peoples? —me pregunta Cliff.
—?Qué? —digo.
—Los Pajarracos no han ganado ni un partido desde que dejaste de verlos, así que esta noche tomaremos medidas drásticas para terminar con la maldición —explica Scott—. Dormiremos en el autobús de la Invasión Asiática justo a las puertas del aparcamiento de Wachovia. Cuando amanezca, empezaremos la fiesta.
—Ashwini está esperándonos en el autobús a la vuelta de la esquina —dice Cliff—. ?Estás listo?
Estoy un poco sorprendido por las noticias, sobre todo porque después de haber dado semejante recital pensaba simplemente disfrutar de un rato más de los elogios.
—No tengo mi ropa.
Pero mamá saca mi camiseta de Baskett de una bolsa que ni siquiera había visto y dice:
—Aquí está todo lo que necesitas.
—?Qué hay de mis medicinas?
Cliff sostiene una peque?a bolsa de plástico dentro de la cual están mis pastillas.
Antes de que pueda decir o hacer nada más, la Invasión Asiática empieza a cantar, aún más fuerte:
—?Baskett! ?Baskett! ?Baskett!
Los hombres gordos me sacan a hombros del auditorio, pasamos la fuente llena de peces y salimos del hotel Plaza hasta las calles de Filadelfia. Y ahí estoy, en el autobús de la Invasión Asiática bebiendo cerveza y cantando:
—?Volad, Eagles, volad! El camino a la victoria…
En Filadelfia Sur nos paramos en el restaurante Pat’s a pedir filetes con queso (les cuesta mucho prepararlos porque somos unos sesenta, pero nadie quiere ir a Filetes Geno porque son de inferior calidad) y luego vamos al aparcamiento de Wachovia. Aparcamos al lado de la verja para poder ser el primer vehículo en entrar y coger un buen sitio. Bebemos, cantamos y jugamos un poco con el balón. Aunque solo me he bebido dos o tres cervezas empiezo a decirles a todos que los quiero mucho por haber venido al recital de danza y les pido perdón por haber abandonado a los Eagles en medio de la temporada, pero que fue por una buena razón, aunque no pueda decir cuál. Al poco duermo en el autobús y Cliff me despierta diciendo:
—Has olvidado tomar las medicinas de la noche.
Cuando me despierto a la ma?ana siguiente, mi cabeza está apoyada en el hombro de Jake y me siento bien por estar tan cerca de mi hermano, que aún duerme. Silenciosamente, me pongo en pie y me doy cuenta de que todos están dormidos (Scott, los hombres gordos, Cliff y los cincuenta miembros de la Invasión Asiática). Todos están ahí sentados, durmiendo con las cabezas apoyadas en los hombros del de al lado. Todos somos hermanos.
Muy silenciosamente me dirijo a la parte delantera del autobús, paso junto a Ashwini quien, sentado en el asiento del conductor, duerme con la boca abierta.
Una vez fuera, en el peque?o trozo de césped que hay entre la calle y la acera, empiezo a hacer flexiones y abdominales como hacía en el lugar malo antes de tener pesas, una bicicleta estática y el Stomach Master 6000.
Una hora después, amanece.
Mientras termino la última tanda de abdominales pienso que ya he quemado los filetes con queso y las cervezas de la noche anterior, pero siento que aún debería hacer algo más, así que echo a correr. Cuando vuelvo, mis amigos duermen.