Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1)(60)
—Ya lo sé. Al menos ha servido de algo.
No hizo falta que dijese en voz alta que quería seguir adelante. En aquel momento, ya sabía qué camino tomar. Era consciente de que sería difícil y de que sentir no solo implica hacerlo en las cosas buenas, sino también en todo lo malo, lo doloroso, pero estaba dispuesta a intentarlo.
—Cuéntame qué tal fueron esas citas con Kevin.
A Blair le brillaron los ojos.
—Las mejores que he tenido nunca. ?Recuerdas cuando pensaba que nadie superaría a Frank? Bueno, voy a admitir que el listón no estaba muy alto después de que me ofreciese a invitarlo y él se pidiese media carta del restaurante, pero con Kevin todo fue… perfecto. No sé cómo no me había fijado antes en él. ?Por qué en ocasiones estamos tan ciegos?
—Creo que a veces no sabemos mirar bien.
—Y es curioso que pase con las cosas más obvias, las que tienes delante de tus narices todos los días. Espero que todo salga bien con Kevin, a veces me da miedo…
—?Por qué? —pregunté.
—Porque podría hacerme da?o.
Asentí, con un nudo en la garganta. Era algo instintivo. Evitar el dolor…
—Todo irá genial, ya lo verás. Por cierto, ?qué hora es?
—Las tres y cuarto.
—?Mierda!
—?Qué pasa?
No contesté antes de salir de la terraza y bajar de dos en dos las escaleras hasta la primera planta. Tal como me temía, Axel ya estaba allí, parado en medio del comedor de brazos cruzados, esperándome.
—?Qué haces aquí? —siseé enfadada, pero ni se inmutó.
—?Hace falta que responda? —Se dirigió a mi amiga—: Hola, Blair.
Me alegra verte de nuevo.
—Lo mismo digo.
—Te llamo ma?ana —me despedí de ella.
A los demás les hice un simple gesto de la mano y seguí a Axel hasta el coche a paso rápido. No abrí la boca hasta que nos alejamos de allí.
—?Estás intentando avergonzarme?
—Yo no tengo la culpa de que te sientas así.
—Ayudaría que no hubieses entrado de ese modo.
—?Acaso existe algún modo adecuado?
—Sí, uno que no sea ?voy de hermano mayor?.
Axel paró ante un semáforo en rojo.
—Me alegra que empieces a darte cuenta, Leah.
Lo haría si su mirada no dijese justo lo contrario.
Sé que él esperaba una réplica, pero también sé que nada le molestaba más a Axel que mi silencio, así que me mordí la lengua y me limité a mirar por la ventanilla las calles que íbamos dejando atrás. Lo oí resoplar un par de veces, pero lo ignoré.
Cuando llegamos a casa, me metí en mi habitación.
59
AXEL
En la vida hay cosas que ves venir y otras que te pillan por sorpresa. Aquel sábado no tenía ni idea de que iba a ser el día que me condenase por terminar diciendo palabras…, palabras que no podría borrar.
Me levanté temprano, como siempre.
No llamé a Leah antes de irme a la playa. Supongo que estaba cansado de sus negativas y de sus caras de mal humor, de sus silencios y complicaciones. Yo anhelaba volver a esa vida sencilla que tanto me había esforzado por mantener.
Horas más tarde, la vi comer una de esas sopas de sobre.
Nos pasamos todo el día evitándonos. Pero no podía quitármela de la cabeza, no podía…
Así que casi estaba anocheciendo cuando decidí que había llegado el momento de solucionar la situación, porque se nos estaba yendo de las manos. Cuando salió a la terraza, me levanté del escritorio dejando a medias un encargo y fui tras ella.
—?Vas a seguir eternamente enfadada? Espero que seas consciente de que no tienes ninguna razón para estarlo y de que te estás comportando como una jodida cría.
Toqué la tecla adecuada. Leah se tensó.
—Ni siquiera sabes lo que pasa.
—?En serio? Sorpréndeme, venga.
—Crees que estoy enfadada porque pensé que ese beso significó algo y una noche después tú te tiraste a otra, ?verdad? Pero no es por eso, Axel.
No.
Intenté deducir…, entenderla, pero no pude. Leah tenía sus pensamientos bajo llave, fuesen cuales fuesen. O yo me había quedado en la superficie sin ver más allá.
—?De qué co?o va todo esto, entonces?
Ella había apoyado una mano en la valla.
—Va de que eres un cobarde, Axel. Y estoy enfadada por eso.
Enfadada y decepcionada. —Alzó la barbilla—. Siempre…, siempre he estado enamorada de ti. Creo que es una idiotez que los dos sigamos fingiendo que no lo sabemos.
—Leah, joder, no digas eso…
—Pero, hasta donde sé, me enamoré del chico que conocía. El valiente, el que siempre era sincero, aunque eso implicase ser políticamente incorrecto. El que nunca se reprimía. A mí me fascinaba todo eso de ti, cómo vivías, tan al día… —Se lamió los labios secos y yo bajé la mirada hasta ellos—. No te voy a decir que no me dolió que te acostases con otra, pero eso puedo soportarlo. Ya lo he hecho antes. Lo que me enfadó fue que lo hicieses por cobardía, porque ese beso sí que significó algo, y pensaste que así lo solucionarías y cortarías el problema de raíz. Y eso es lo que no te perdono.