Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1)(55)



—No es por tu culpa, cielo.

La abracé y esperé callado mientras ella se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano. Cogió el montón de platos sucios que había traído y lo metió en la pila.

—?Qué es lo que te pasa?

—No es el momento, cari?o.

Me tendió la tarta de queso y un cuchillo y me pidió que fuese sirviéndola, así que la dejé a solas con esos pensamientos que aún no quería compartir. Mi hermano me miró agradecido desde el otro extremo de la mesa. Empecé a cortar la tarta en varias porciones. Le tendí a Leah el trozo más grande, aunque estuviese cabreado con ella. O conmigo por cómo era con ella. Yo qué sé.

La cuestión es que, cuando salí a media tarde después de despedirme de todos y mientras caminaba por las calles de Byron Bay alejándome de la casa de mis padres, me asaltaron todos los problemas que se mezclaban bajo esas paredes, en cada una de las personas que nos reuníamos allí.

Emily reprimiendo una contestación. Mi hermano, frustrado e inseguro. Mi madre y sus demonios. Mi padre y su conformismo. Oliver y la carga que llevaba a cuestas. Y Leah…

Quizá yo estaba demasiado acostumbrado a vivir tranquilo.

Quizá me había pasado media vida evitando los problemas.

Quizá estar solo mirándose el ombligo era la manera más fácil de sobrevivir.





55



LEAH

—?Quieres que compremos de cena algo para llevar?

—Estoy muy llena —le dije a Oliver.

—?También para un helado?

—Para eso no —le sonreí.

Cogí la chaqueta vaquera antes de irnos, porque durante las noches de invierno refrescaba un poco. Caminé junto a mi hermano por las calles poco iluminadas y me sentí bien. Me sentí muy yo. Muy como antes. También cuando nos sentamos en una terraza cerca del mar y pedí un helado de pistacho y chocolate.

En teoría, debería ser al revés…

Debería sentirme mal por lo que había ocurrido con Axel. Porque me había decepcionado y la decepción siempre sabe amarga y cuesta tragarla, pero, cuando lo haces y la digieres, afrontas mejor las cosas, con la cabeza más fría. Probablemente él ni siquiera sería consciente de por qué estaba enfadada, claro. Y darme cuenta de que de algún modo seguía siéndome fiel a mí misma me hacía sentirme más fuerte.

—No quiero que te vayas… —dije.

Y era verdad. Por primera vez, no me era indiferente quién estuviese a mi alrededor. Quería tener a mi hermano cerca.

—Tres semanas se pasan en nada.

—Ya, seguro que estás deseándolo…

Lo miré divertida y lamí la cuchara de helado.

—?Por qué piensas eso?

—Mmm, ?cómo se llamaba? ?Bega?

Mi hermano asintió un poco tenso.

—No creas. Es complicado.

—Ya me imagino…

—?Y tú?

—?Yo?

—?Qué fue de ese chico con el que salías hace tiempo?

—Ah, Kevin. Nada. Es un amigo. Ahora está con Blair.

—Vaya. ?Y a ti te parece bien?

—Sí, nunca me gustó del todo.

Mi hermano arqueó las cejas.

—?No era tu novio?

Dudé con la cuchara a medio camino de la boca. Terminé dejándola en la tarrina y me recliné en el asiento.

—El problema es que me gustaba más otro chico.

—No me contaste nada…

—Antes no hablábamos mucho.

Oliver se quedó pensativo unos segundos.

Era cierto. Siempre nos habíamos querido. él había sido el hermano perfecto; protector, cari?oso y flexible cuando tocaba. Yo lo había idolatrado desde que tenía uso de razón y me encantaba revolotear a su alrededor, pero los diez a?os que nos llevábamos siempre se habían notado.

Nunca habíamos hablado de ese tipo de cosas porque por aquel entonces yo tenía a mis amigas para desahogarme y ni siquiera se me pasaba por la cabeza sacarle a él un tema así. Nos limitábamos a bromear y a pasar juntos momentos bonitos en familia cuando venía a comer a casa o se sentaba un rato conmigo en el estudio de papá.

—Así que… otro chico —continuó.

—Sí, uno un poco inalcanzable.

—Eso es porque no es el adecuado.

—?Por qué piensas eso?

—Porque eres especial. Y no lo digo porque seas mi hermana, aunque eso es un buen punto a tu favor —bromeó inclinándose hacia delante—. Lo digo porque es cierto. Eres el tipo de chica que hará que un hombre pierda totalmente la cabeza.

Volví a coger el helado sin mucho ánimo.

—Dudo que él haga eso jamás.

—Entonces olvídalo, porque si no sabe ver lo increíble que eres debe de ser un idiota. —Oliver tamborileó en la mesa con los dedos—.

?Hablabas de esto con mamá?

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