Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1)(59)



Podía estar semanas sin aparecer y, según el psicólogo al que mi hermano me había llevado el a?o anterior, era algo habitual, ataques leves y comunes que sufría mucha gente en su día a día, incluso aunque no hubiesen vivido ningún suceso que los desencadenase. La ansiedad se mantenía dormida en un rincón y despertaba sin avisar, te entumecía los brazos y las piernas, y provocaba que hablar y decir algo coherente se convirtiese en una tarea complicada.

Seguí a Kevin hasta la cocina de la casa, que estaba repleta de botellas a medio terminar y vasos de plástico. Era el chico que me había dado mi primer beso y con el que, a?os más tarde, perdí la virginidad. Y a pesar de eso, no sentía nada. Ni un leve tirón en el estómago. Nada. Acepté el refresco y le di un trago.

—Gracias. ?Ha llegado ya Blair?

—Sí, está en el salón. En cuanto a lo nuestro… Me comentó que habló contigo. Quería asegurarme de que no supone un problema para ti. Ya sabes, lo has pasado mal y no me gustaría que esto complicase las cosas…

Reprimí las ganas que me dieron de abrazarlo.

Kevin, con su sonrisa sincera y su habitual buen humor. Kevin, tan leal, tan dispuesto a ponerse en otra piel. Recuerdo su entereza cuando le confesé que creía que seguía enamorada de otra persona y que no quería hacerle da?o en el camino. él había asentido, entendiéndolo, y tras unas semanas un poco tensas en las que se recompuso, volvió a mi vida como si nada hubiese pasado, como el amigo que siempre había sido.

—Me hace muy feliz que estéis juntos.

él dejó escapar el aire que estaba conteniendo.

—Gracias, Leah.

—?Vamos al salón?

Había algunas personas de pie, pero la mayoría estaba sentada en dos sofás largos. Blair se levantó y corrió hacia mí. Nos abrazamos. Luego me presentó a un par de chicos a los que no conocía y me dejó un hueco a su lado. Le di un trago a mi refresco nerviosa.

—Hacía tiempo que no te veíamos —dijo Sam.

—Sí, he estado… No he salido mucho.

—No tienes que dar explicaciones. —Maya le dio un codazo a Sam.

Yo me llevé un mechón tras la oreja y logré decir: —No tiene importancia. Es normal.

Blair me dio un apretón en la mano y eso me calmó.

Nadie volvió a prestarme atención, así que, más relajada, intenté disfrutar de la velada, de las conversaciones triviales y de esa sensación de no pensar en nada demasiado profundo ni relevante, tan solo pasar el rato en compa?ía. Me terminé el refresco a sorbitos peque?os y, cuando algunos empezaron a jugar a algo que consistía en responder a una pregunta o beberse un chupito y quitarse una prenda de ropa, me quedé rezagada junto a Blair.

—?Seguro que no quieres jugar, Leah?

Negué con la cabeza y Sam se encogió de hombros.

—Está bien, pues empecemos ya. Maya, ?has hecho alguna vez un trío?

Ella se ruborizó.

—Chupito y prenda.

Blair me preguntó si quería ir a dar una vuelta y tomar un poco el aire.

Le dije que sí y salimos a la terraza. El viento de la noche era fresco y agradable.

—Me alegra que te animases a venir, ?qué tal está siendo la experiencia?

—Buena. Todo es…, todo es como antes.

—Algunas cosas sí. ?Qué tal con Axel?

—No muy bien, la verdad.

—?Quieres contármelo?

Cogí una hoja de una enredadera que trepaba por la pared y empecé a cortarla en trocitos muy peque?os que el aire se iba llevando. Terminé contándole todo lo que había ocurrido dos semanas atrás. Le hablé del beso, de la noche siguiente, de la comida en casa de los Nguyen y de la difícil semana que habíamos pasado juntos, casi sin hablarnos. Y a mí me dolía esa situación, pero es que…, es que Axel me había decepcionado. No enfadado, no, decepcionado. Era peor.

—Vaya, ?y qué piensas hacer? —Blair me frotó el brazo.

Yo me quedé mirando ese gesto suyo, cómo su mano se movía reconfortándome.

—No lo sé. Nunca sé qué hacer cuando se trata de él.

—?Sabes? Esto me recuerda a antes. Hablar de Axel.

—Dios, debo de ser insoportable. —Y me eché a reír.

Blair me imitó y estuvimos tanto rato desternillándonos de risa sin ninguna razón que empezó a dolerme la tripa.

—Es…, es increíble —dije intentando recomponerme—. Llevo media vida anclada en el mismo punto. Siempre ha sido él. Ojalá supiese cómo evitarlo y no sentir…, sentirlo todo cuando se trata de Axel. —Me puse seria—. ?Tú qué opinas?

—Opino que, por desgracia, aunque para ti han pasado a?os desde que te enamoraste de él, para Axel no ha sido igual. Son dos percepciones distintas de una misma historia, Leah. Puede que hasta hace un par de meses a él ni siquiera se le hubiese pasado por la cabeza verte de ese modo, y tú arrastras demasiado.

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