Save Us (Maxton Hall #3 )(46)
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?Empezamos?— Lin mira alrededor. —Hablé con Lexington la semana pasada. Nos dio la lista completa de restricciones que debemos observar durante la fogata. Hubo muchas cosas que salieron mal el a?o pasado.
—Esto es verdad—. Camille arruga la nariz. —Demasiada gente se emborrachó.
—Supuestamente, Lexington también vomito—, agrega Doug.
—Probablemente por eso esperó tanto tiempo para dar el permiso.
—Este a?o sería mejor que nadie vomitara—, se?alo. —Por eso necesitamos el doble de profesores para vigilar a todos.
Hay un murmullo de aprobación.
—Ruby y yo nos preguntábamos si se organizara un espectáculo en un club de baile. Tal vez eso haga que la gente salga a la pista de baile más rápido. ?Qué te parece?
—Mientras podamos averiguar exactamente qué coreografía van a mostrar. Porque a veces tienen arreglos muy extra?os—, dice Jessalyn.
Juega con un lápiz, que suele sostener detrás de la oreja. —Recuerdas el espectáculo de primavera? Bueno, se suponía que era el estilo de Maddie Ziegler, pero no funcionó en absoluto. Y ciertamente no con tanta gente.
—?Quién es Maddie Ziegler?— Pregunta Doug.
—Este es el bailarín de los videos musicales de Sii—, dice Jessalyn.
—Jessa tiene razón—, admite Lin pensativamente. —Estaba realmente asustada durante esa actuación. Debemos decirles claramente lo que queremos.
—Me encargaré de eso—, sugiere Jessalyn. Todos asienten.
—Muchas gracias. Kieran, ?qué pasa con la música? ?Con sistema de 166
sonido?
—Todo está arreglado con el Sr. Jones.
—Hiciste un gran trabajo— digo con una sonrisa. Miro la lista de tareas delante de Lin. —Recogeré la madera el viernes y me aseguraré de que todo vaya al lugar correcto, no, como el a?o pasado, que aterrizó frente a la escuela. ?Recuerdan?
—Oh Dios, sí—, suspira Camille. —Luego tuvimos que llevar esa madera nosotros mismos y se me metió una astilla.
—Yo también, diez—, se une Lin.
—?Quién va a la estación de bomberos? — Jessalyn pregunta y de repente se endereza.
—Por supuesto, Ruby y yo—, dice Lin, y sus cejas se mueven significativamente.
—?No es justo!— Jessalyn resopla, pero su cara es como si estuviera a punto de reírse en cualquier momento.
—Este es uno de los beneficios de las funciones de liderazgo, —se?ala Kieran. —Puedes elegir las mejores tareas. Realmente no entiendo por qué todos quieren hablar tanto sobre el peligro de incendio.
—?Nunca has visto Chicago Fire? Kieran, la palabra " fuego"
adquiere un nuevo significado—, explica Jessalyn.
Todos se ríen a carcajadas.
Estoy tan feliz ahora que estoy aquí nuevamente que creo que estoy so?ando.
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Cuando James y yo llegamos a casa, no hay una sola chaqueta en el armario del pasillo.
—?Ember?— Llamo en voz alta, solo hay silencio.
—Creo que estamos solos—, le digo a James. Nos quitamos los zapatos y vamos a la cocina.
—Lo dijiste como si pensaras que es terrible estar a solas conmigo.
No sé si debería preocuparme por eso.
Le envío una peque?a sonrisa y me lavo las manos en el fregadero.
—Ese no es el punto. Estoy preocupada por Ember. Todavía está saliendo últimamente y está ocultando algo. Y en realidad siempre nos contábamos todo.
James se acerca a mí y pone sus manos debajo de la corriente de agua caliente. Una arruga aparece en su frente.
—Creo que parece muy feliz.
Me congelo y busco las palabras adecuadas para expresar lo que siento. —No puedo describirlo, pero algo me dice que no es tan simple.
Y normalmente confío en mi intuición.
—?Has hablado con ella?— Sacudo los hombros sin poder hacer nada.
—Hemos estado discutiendo sobre Maxton Hall últimamente, y se me ocurrió que Ember siente que le estoy faltando el respeto. Y ese no es el caso, desearía que fuéramos amigas que se cuentan todo. Sobre todo, porque me voy a mudar pronto.
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—Al menos inténtalo. Tal vez Ember está esperando que le hables de ello.
—Tal vez—. Me acerco a la nevera, miro sin convicción. —Supongo que tienes razón.
James me está tocando el hombro.
—Todavía nos queda algo de risotto. ?Es suficiente para ti?
— Pregunto. Se acerca, puedo sentirlo asintiendo con la cabeza. Su pelo me hace cosquillas en la mejilla y está tan cerca que puedo sentir su pecho en mi espalda.
—Incluso yo puedo calentarlo—, dice y me quita el tazón de la mano.
Como si fuera la cosa más normal del mundo, se acerca al armario y saca la sartén, luego abre el cajón y, después de un rato, coge una cuchara de madera. Pone el risotto en la sartén y lo pone en el quemador.