Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(125)



—Pero sus redes sociales y... —titubeé, aún descoordinada— y tú no hablaste de ella nunca...

—?Por qué hablaría sobre mi ex con mi novia? —soltó con enfado y con una flatulencia explosiva de fondo—. Además, eso de los retiros te exige alejarte del mundo real, incluyendo las redes sociales. Creo que por esa razón ella las cerró.

Analicé su voz como siempre lo hacía, porque su rostro no podía verlo, aunque me lo imaginaba rojo e hinchado. A esas alturas, lo conocía demasiado. Lo sorprendente fue que sonaba genuino (dejando aparte las flatulencias), nada exagerado como cuando mentía o quería burlarse.

—Pero es que pareció que... —intenté decir, pero al recobrar un poquito de sentido me silencié.

—??Qué?! —preguntó él con brusquedad. De pronto pareció entenderlo todo y dijo—: ?Que le había pasado algo? ?O que yo le había hecho algo?

No contesté. Mis labios temblaban de nervios. No lograba comprenderlo del todo. No lograba entender cómo las piezas que antes habían parecido encajar, ahora ya no lo hacían. ?O es que siempre había tenido las piezas incorrectas?

—Jude, de verdad que no entiendo cómo te gusto si crees que soy un monstruo —dijo Aegan ante mi obvio silencio—. Joder, y yo que pensaba proponerte una maldita tregua.

Espera, ?qué?

—?Una tregua? —Quedé más estupefacta.

Un coro de flatulencias y quejidos salieron del interior del ba?o.

—?Vete de aquí, Jude! —exigió, dolorido y enojado.

—Pero ?por qué querías una tregua? —insistí. Eso... en verdad era muy sorprendente, no lo entendía.

—?No te has detenido un maldito momento a pensar que tal vez estás equivocada en algo? —soltó con brusquedad, y a continuación se quejó—: Oh, demonios, pero ??qué he comido?!

Oh, malditos errores de la vida. Bueno, él no había matado a Eli porque Eli estaba viva, ya no había nada que decir sobre eso. No era el asesino de Eli. No podía culparlo por ello. Lo escuchaba decir ??Qué he comido? ?Qué me ha causado esta diarrea?? y, oh, maldita sea..., hasta me daba pena. Bueno, no me daba tanta pena, jejé, porque seguía siendo un imbécil, pero ?a qué se refería?

—?En qué estoy equivocada? —le pregunté—. ?En algo sobre ti?

—?Sabes qué? Ya estoy harto —dijo, llevado por su ira y su situación diarreica—. No quiero oírte. No quiero volver a verte. Nada. Hemos terminado.

—?Rompemos? —dije, asombrada.

—?Sí! —enfatizó, sin darme derecho a réplica, como si estuviera dictando un mandato—. ?Luego, si de verdad quieres seguir conmigo, tendrás que demostrármelo!

?Acababa de romper conmigo el imbécil ese? ?Eso me convenía? Realmente no sabía qué hacer ahora.

Iba a decirle algo cuando de repente él lo entendió, porque sí, era idiota, pero seguía siendo muy inteligente.

—?Fuiste tú! —soltó de golpe, iluminado por la verdad—. ?Lo único raro que he tomado ha sido la pastilla que tú me diste! ?Mira, Jude, será mejor que te largues ya porque si salgo de este ba?o y estás ahí voy a...! —Un retorcijón de estómago lo interrumpió y lo hizo soltar un quejido de dolor—. ?Ah, maldición!

Retrocedí varios pasos, alerta. Hasta creí posible que saliera del ba?o con el culo al aire manchado de diarrea solo para ahorcarme. Pensé en irme corriendo, porque lo único que sentía que necesitaba era encerrarme en mi habitación, sentarme en la cama y pensar. Pensar mucho. Pensar en todo lo que había pasado ese día. Analizar, considerar, preguntarme cómo demonios me había equivocado y qué paso debía dar ahora. ?Debía irme? ?Quedarme?

Alguien me tocó el hombro. Me giré automáticamente en actitud defensiva. Al ver a Adrik delante de mí, solo pude quedarme inmóvil. Ya no tenía su algodón de azúcar. Su sudadera negra y sus tejanos eran perfectos. Ay, qué maldición.

—?Qué quieres? —solté, esforzándome en impedir que me viera débil.

—Artie no quiere venir a decírtelo no sé por qué, pero necesitamos que nos prestes tu llave del apartamento. Se olvidó la suya dentro y queremos ir allí.

Ah, vaya. Mi llave del apartamento para que ellos puedan estar juntos. Pero ?eso ya era el colmo. EL DESCARO.

Ante mi perplejo silencio, a?adió:

—Por favor.

Maldije internamente como Aegan estaba maldiciendo dentro del ba?o entre el rap de sus flatulencias. Y le di las llaves. ?Por qué? Ni idea. Es decir, no iba a armar una escena de celos o a exigirle que no hiciera nada con Artie en el apartamento, por mucho que quisiera hacer eso. él me había mentido, era un mentiroso como sus hermanos. ?Yo no debía ni siquiera permitirme seguir sintiendo que me gustaba! ?Podía lograrlo?

Las llaves cayeron sobre la mano de Adrik, mano que me había tocado antes. él, con ojos apáticos, miró un momento por encima de mi hombro hacia el ba?o portátil. Luego me miró a mí. Una peque?ísima sonrisa ladina apareció en su cara. La odié. Odié esa sonrisa.

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