El lado bueno de las cosas(4)



Me tapo la cara con las manos para que nadie me vea llorar y, al cabo de un minuto o dos, mi madre empieza a frotarme la espalda.

Hay mucho silencio. El doctor Patel me pide que vaya con él a su despacho. Lo sigo a rega?adientes mientras mamá ayuda a la secretaria a recoger el desastre que he organizado.

Su despacho es extra?amente acogedor. Hay dos sofás reclinables colocados el uno frente al otro, y plantas que parecen ara?as (llenas de largas hojas verdes y blancas) cuelgan desde el techo y enmarcan la ventana tras la cual se puede ver un jardín lleno de flores. Pero en la habitación no hay nada más excepto una caja de pa?uelos que está en el suelo junto a los sofás. El suelo es de una madera de color amarillo brillante y el techo y las paredes están pintados como si fueran el cielo. Por todo el despacho veo lo que parecen nubes de verdad; lo tomo como una buena se?al, pues me encantan las nubes. Hay una sola lámpara colgando del techo, y vista desde abajo parece una tarta de vainilla, pero me doy cuenta de que el trozo de techo que hay alrededor de la lámpara está pintado como si fuera el sol y cálidos rayos salieran del centro.

Tengo que admitir que me tranquilizo en cuanto entro en el despacho del doctor Patel. Ya no me importa haber oído la canción de Stevie Wonder.

El doctor Patel me pregunta en qué sillón reclinable prefiero sentarme. Elijo el negro en vez del marrón e inmediatamente me arrepiento de mi decisión. Haber elegido el negro hará que parezca más deprimido que si hubiera elegido el marrón, y la realidad es que no estoy deprimido en absoluto.

Cuando el doctor Patel se sienta aprieta un mando que tiene en el lateral de su asiento y eso hace que se levante el reposapiés. Se reclina y coloca las manos detrás de la cabeza como si estuviera a punto de ver alguna competición.

—Relájate —dice—. Y no me llames doctor Patel, llámame Cliff. Me gusta que las sesiones sean informales y amistosas, ?de acuerdo?

Parece bastante agradable, así que yo también cojo el mando, reclino el sofá y trato de relajarme.

—O sea —dice—, que te ha cabreado la canción de Stevie Wonder. No puedo decir que yo sea admirador suyo precisamente, pero…

Cierro los ojos, tarareo unas notas y cuento en silencio hasta diez; luego dejo la mente en blanco.

Cuando abro los ojos dice:

—?Quieres hablar de Stevie Wonder?

Cierro los ojos, tarareo unas notas y cuento en silencio hasta diez; luego dejo la mente en blanco.

—De acuerdo. ?Quieres hablar de Nikki?

—?Por qué quieres hablar de Nikki? —digo demasiado a la defensiva.

—Si voy a ayudarte, Pat, necesito conocerte, ?no? Tu madre me ha dicho que deseas volver con Nikki, que es tu mayor ilusión en esta vida, así que he pensado que lo mejor será comenzar por ahí.

Empiezo a sentirme mejor, pues no dice que volver con Nikki sea imposible y eso parece significar que el doctor Patel siente que la reconciliación con mi mujer aún es posible.

—?Nikki? Ella es genial —digo. Luego sonrío recordando el calor que siento en el pecho cuando pronuncio su nombre o veo su cara en mi mente—. Es lo mejor que me ha pasado. La quiero más que a mí mismo. Tengo muchísimas ganas de que acabe el período de separación.

—?Período de separación?

—Sí. Período de separación.

—?Qué es el período de separación?

—Hace unos meses decidí darle a Nikki algo de espacio y ella accedió a regresar cuando hubiera solucionado los problemas que nos impedían estar juntos. Así que es como si estuviéramos separados, eso sí, temporalmente.

—?Por qué os separasteis?

—Sobre todo porque yo no la apreciaba y era adicto al trabajo. Dirigía el Departamento de Historia del Instituto Jefferson y entrenaba tres equipos. Nunca estaba en casa y ella se sentía sola. Y además dejé de cuidar mi apariencia y engordé. Pero también estoy trabajando en eso y deseo ir a un consejero matrimonial, como ella quería, porque ahora soy un hombre nuevo.

—?Fijasteis una fecha?

—?Una fecha?

—Sí, una fecha para finalizar el período de separación.

—No.

—O sea, que el período de separación podría seguir indefinidamente.

—En teoría, sí. Especialmente porque no estoy autorizado a ponerme en contacto con Nikki o con su familia.

—?Cómo es eso?

—Hum… realmente no lo sé. Quiero decir, yo quiero a mi familia política tanto como a Nikki. Pero no importa, porque pienso que Nikki regresará antes o después y entonces lo arreglaré todo con sus padres.

—?En qué te basas para pensar eso? —me pregunta de manera amable y con una sonrisa en la boca.

—Creo en los finales felices —le digo—, y siento que esta película ya ha avanzado suficiente.

—?Película? —dice el doctor Patel.

Cuando lo miro pienso que es exactamente igual que Gandhi; solo le falta llevar las mismas gafas que él y la cabeza rapada. Además, estamos allí sentados en los sillones de una habitación alegre y Gandhi está muerto, ?no?

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