Puro (Pure #1)(130)



Perdiz asiente y dice:

—Me gustaría que no fuese así.

—No digas eso.

—Arriesgó su vida por mí y ahora yo quiero arriesgar mi vida por ella, pero no estoy dispuesto a poner en peligro la tuya.

—Podríamos darles lo que creen que quieren. Puedo llevarme conmigo unas pastillas y, para cuando averigüen que no valen de nada, tal vez podáis escapar, poneros a salvo. Así ganaríamos algo de tiempo… De todas formas al final tendrás que luchar, Perdiz.

—Yo no puedo, yo no soy Sedge. él era el líder, no yo.

—?Era? ?Qué le ha pasado?

—Me dijeron que había muerto, que se había suicidado, pero sigue con vida y está ahí arriba. Aunque pertenece al otro bando: es el soldado que tiene a la rehén. La Cúpula lo ha convertido en una máquina, y a la vez en una especie de animal. No puedo describirlo, pero he sabido por su voz que era él; la reconocería en cualquier parte.

—Quiero verlo.

—?Significa eso que quieres subir?, ?y entregarte?

—No me asusta plantarle cara a tu padre.

—Pero podría matarte.

—Ya estoy medio muerta.

—Eso no es verdad. —Su madre tiene algo que la hace parecer más viva que cualquier persona que haya conocido nunca.

—Tú puedes, Perdiz. Tú puedes derrocarlos y reconstruir el mundo para todos. Puro, así te llaman, pero ?qué significa en realidad?

No sabe qué responder. Ojalá lo supiera, ojalá las palabras surgiesen de él sin más. Pero no acierta a decir nada.

—Nuestra comunicación con los de la Cúpula es muy débil, y desde que te escapaste se ha cortado por completo. Si supiéramos que siguen con nosotros, eso ayudaría.

—Sí que siguen —le cuenta Perdiz—. Han mandado un mensaje por medio de Lyda. Es muy sencillo: ?Dile al cisne que estamos esperándolo?.

—Cygnus —susurra.

Y en ese momento, por encima de sus cabezas, escuchan un martilleo. Las cigarras se inquietan y echan a volar por la habitación.

Disparos de metralleta.





Il Capitano


Arriba

Il Capitano tiene las manos en la cabeza, al igual que Bradwell, que está ligeramente cuesta abajo. Le ordenan a Helmud que ponga también las manos en la cabeza, pero el hermano les dice que no se molesten, que es un retrasado.

—No tiene ni una idea propia en esa mente demente suya.

—Mente demente —repite Helmud.

Ya podían saberlo los soldados, para algo los han estado observando en el bosque, donde parecían unos seres tan elegantes, fuertes y asombrosamente pacíficos. Mira al que cree que le dejó la gallina desplumada y los huevos. Está seguro de que es el que ha llegado con la chica de blanco, que lleva tan poco tiempo fuera de la Cúpula que sus ropas son lo más blanco que ha visto desde las Detonaciones. Es el que de vez en cuando lo miraba con cierta humanidad. En realidad se habría fiado de todos, pero se equivocaba: seguramente los matarán allí mismo en medio del bosque. A todos. Y ahí se acabará la película.

Los han despojado de sus armas, que ahora forman un montón, dispuestas como para encender un fuego. La chica se ha tranquilizado; tanto es así que Il Capitano se pregunta si estará en estado de shock. Es guapa, peligrosamente bella. ?Tendrán necesidades sexuales las Fuerzas Especiales? ?Debería preocuparse la chica? ?O los habrán castrado como a los perros?

El soldado que ha aparecido con la chica la deja sola y se acerca a Il Capitano. Busca un hueco entre las costillas de Il Capitano, por encima del muslo de Helmud, y le clava ahí el morro del arma.

—De este no me fío —les dice al resto de soldados.

Il Capitano se pregunta si lo que quiere es dispararle. Se prepara para lo peor, pero el soldado sigue clavándole el rifle en las costillas.

—Ruidos en el perímetro —dice el soldado—. Haced un reconocimiento rápido. Yo me encargo de esto. —Salta a la vista que se trata del jefe.

Los otros cinco soldados obedecen y salen disparados por el bosque en distintas direcciones.

Con las armas de alta tecnología relucientes en sus brazos, el soldado le susurra a Il Capitano:

—Cuando vuelvan, protege a la chica. Cúbrela. —La chica debe de haberlo oído también.

Il Capitano se pregunta de qué va todo eso. ?Está de su parte el soldado?

—?Lo harás?

?Piensa atacar al resto de soldados? ?Debería prepararse Il Capitano para coger un arma?

—Sí, se?or.

—Sí, se?or —repite Helmud. A veces, cuando lo hace, el eco semeja un tic del cerebro del propio Il Capitano. No es solo su hermano: son uno y él mismo. Mira a la chica una vez más y ahora hay una ferocidad en sus ojos que no estaba antes. Si se trata de la única oportunidad que van a tener, desde luego parece dispuesta a darlo todo.

Y Bradwell, que está de pie con los dedos entrelazados sobre la cabeza, despide una energía recalcitrada. Está echando humo, preparado para lo que venga. Il Capitano arquea las cejas para intentar llamar su atención y ponerle al tanto del plan, pero el chico lo mira y forma un ??qué?? con los labios.

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