Puro (Pure #1)(129)
—Por supuesto que sí. Una variedad. Y hay algunas que deberías conocer. Son muy poderosas. —Abre un cajón y deja al descubierto varias filas de viales.
—?Poderosas? ?En qué sentido?
—Son parte de la respuesta a la cura. Tu padre necesita lo que hay en estos viales, pero también le hace falta un ingrediente que puede que exista o no; otro del grupo estaba trabajando en ello. Y ante todo, necesita la fórmula para encajar ambas piezas.
—?Y existe?
—Sí, hace mucho tiempo, aunque no sé si todavía estará en alguna parte.
Piensa en las armas alojadas en los brazos de su hermano, en la cabeza de mu?eca de Pressia, en los pájaros de Bradwell, en Il Capitano y su hermano.
—?Y estos viales pueden revertir las fusiones?
La madre aprieta con fuerza los ojos, como dolorida, y luego dobla lentamente las tenazas.
—No —dice enfadada—. No separan los tejidos, sino que se adhieren para construirlo. Tu padre tenía la intención de soltar esta nanotecnología biosintetizadora en el cóctel de bombas con el solo propósito de fusionar a los supervivientes con el mundo que les rodeaba, únicamente para crear una clase subhumana, una nueva orden de esclavos que los sirviese a ellos en el Nuevo Edén cuando la Tierra se regenerase. Tenía que contárselo a los demás, tenía que dejarlo e intentar encontrar un modo de salvar a la gente. Pero fracasé.
?Esa es la verdadera razón por la que te llevé conmigo a Japón, donde volví a encontrarme con el padre de Emi…, de Pressia, uno de los siete. Tenía que revelar y transmitir todos los secretos de tu padre que pudiese.
—Pero ?por qué no tomaste ninguno de esos medicamentos?
—Por una razón: porque no estaban perfeccionados. No siempre saben hasta dónde tienen que llegar. Pero, de todas formas, aunque lo hubiesen estado, ?sabes por qué no las habría usado?
—No —dice Perdiz exasperado—. ?No lo sé!
—Habría sido como esconder la verdad. Mi cuerpo es la verdad, es la historia.
—No tiene por qué ser así.
La mujer mira la mano de su hijo.
—?Qué te ha pasado?
—Hice un peque?o sacrificio.
—?Quieres recuperarlo?
Perdiz se queda mirando el vendaje, que tiene el extremo oscurecido por la sangre reseca, y después sacude la cabeza.
—No.
—Entonces a lo mejor puedes entenderlo. —La madre cierra el cajón—. He malgastado media vida arrepintiéndome de cosas. Gran parte de esto es culpa mía, Perdiz. —Su madre se echa a llorar.
—No puedes culparte.
—Tuve que dejar de mirar atrás, me estaba consumiendo viva. Verte a ti y a tu hermana me ayuda a divisar un futuro.
—Mi padre quiere algo más.
—?De qué se trata? —le pregunta mirándolo desde su asiento. Sus ojos se parecen mucho a los suyos, aunque tienen algo distinto. La ha echado tanto de menos que, por un momento, apenas puede respirar; tiene que mirar al suelo para mantener la compostura.
—Te quiere a ti.
—?Para qué a mí? ?No tiene bastantes criados a su servicio?
—Caruso me ha dicho que yo iba a ser el líder desde dentro. ?A qué se refería?
—Pues a eso mismo: ibas a ser nuestro líder, el que derrocaría a tu padre y la Cúpula. Tenemos células durmientes dentro, una gran red.
—?Células durmientes? —le pregunta Perdiz.
—Gente de la Cúpula que estaba allí contigo.
Aribelle acerca la silla a la mesa del tablero metálico y con las pinzas abre un cajón de donde saca una hoja de papel con una larga lista de nombres.
—La Cúpula no puede saber que esto existe, pondría en peligro muchas vidas.
Los ojos de Perdiz repasan la lista.
—?Los Weeds? ?Los padres de Arvin? ?Y el padre de Algrin Firth? Pero si se supone que Algrin va a ir a las Fuerzas Especiales, al entrenamiento de élite. —Sigue leyendo la lista—. Glassings —dice, y recuerda entonces la conversación que tuvo con su profesor vestido de pajarita en el baile—. Me dio su permiso para que me llevase tus cosas de los Archivos de Seres Queridos. Y me dijo que podía hablar con él cuando quisiera, que no estaba solo.
—Durand Glassings es muy importante; era nuestro vínculo más cercano a ti.
—Es mi profesor de historia mundial.
—Era quien iba a planearlo todo.
Perdiz no da crédito.
—Pero yo no tengo madera de líder. Yo no podría comandar las células durmientes y tomar la Cúpula.
—Estábamos esperando a ver una se?al de que estabas preparado. Y la vimos.
—?Qué fue?
—Por irónico que parezca, tu propia huida.
—?Y qué hacemos ahora? —pregunta Perdiz—. Quieren que te entreguemos, así como todo lo que tengas aquí en tu laboratorio.
—?Y si nos negamos?
—Tienen a una rehén. Una chica que se llama Lyda. —Le tiembla la voz al decir su nombre.
—Lyda. ?Significa mucho para ti?