Puro (Pure #1)(111)



Lyda siente cómo le sube el color a las mejillas y una presión en el pecho. Se niega a responder.

—Puedo llamar para que venga una mujer a comprobarlo. O puedes contarme la verdad sin más.

Lyda se queda mirando las baldosas del suelo.

—?Fue mi hijo? —sigue interrogándola.

—No he respondido a su pregunta, y no pienso hacerlo.

El hombre se acerca más y le pone la mano en la rodilla.

—No te preocupes.

Siente un mareo. Quiere pegarle una patada. Cierra los ojos; quizá pueda dejarlos así apretados. La mano se va de la rodilla. Mira hacia abajo, de nuevo a las baldosas.

—Si fue mi hijo, podemos arreglarlo para que él lo solucione…, si es que podemos encontrarlo y traerlo de vuelta a casa, claro está.

—Yo no necesito casarme con él, si es eso lo que me está diciendo.

—Pero no estaría mal, ?verdad? Al fin y al cabo, con tu historial reciente, será difícil que encajes en algún sitio.

—Sobreviviré.

Tras un silencio breve Willux le pregunta, como quien no quiere la cosa:

—?Sobrevivirás?

Lyda nota los latidos del corazón en los oídos y se da cuenta de que tiene otra vez las manos entrelazadas sobre el regazo, de que las está apretando la una con la otra con tal fuerza que se clava las u?as en la piel.

—Tenemos un plan y requiere de tu participación —le explica Willux—. Vas a salir fuera.

—?Adónde?

—Fuera de la Cúpula, al otro lado.

—?Al otro lado de la Cúpula?

Es una sentencia de muerte. No podrá respirar ese aire; la atacarán, aparecerán los miserables, la violarán y la matarán. Fuera de la Cúpula los árboles tienen ojos y dientes. La tierra se traga a ni?as a las que no queda ningún trazo de humanidad. Las queman vivas en hogueras y lo festejan. Ahí es adonde va: fuera.

—Las Fuerzas Especiales te llevarán a un emplazamiento exterior donde convencerás a mi hijo para que vuelva.

—?Está seguro de que sigue con vida?

—Sí, al menos hace unas horas lo estaba, y no hay nada que nos indique lo contrario.

Siente un peque?o asomo de alivio. A lo mejor consigue convencerlo, y tal vez Willux los deje casarse y todo. Aunque, claro, ?qué le pasará cuando averigüen que él no está realmente enamorado?, ?que solo fue amable con ella porque le ayudó a robar el cuchillo?

Willux da una palmada y se dirige a un ayudante invisible:

—Carga la sección uno veintisiete: Perdiz. —Al cabo le dice a Lyda—. Puedes verlo por ti misma.

La pantalla del ordenador se ilumina y aparece Perdiz, que, aunque sucio, agotado y magullado, sigue siendo él. Con sus ojos gris claro y sus fuertes dientes blancos, una cosa eclipsa a la otra… Está siendo visto a través de los ojos de alguien, de una chica. Lyda ve su cuerpo en un momento en que baja la vista y luego vuelve a Perdiz, que le susurra: ?Yo no lo sabía hasta que tú lo has sabido. Nunca se me ocurriría ocultar algo así?.

??Algo como qué??, se pregunta Lyda. Es evidente que conoce bien a la chica. Le gustaría poder verle la cara. Ya no está mirando a Perdiz, sus ojos recorren ahora una pared llena de maquinaria rota y destrozada. Están fuera de la Cúpula.

?Solo quería que lo supieses?, dice Perdiz. Y aparece de nuevo su cara, y su mano, que está envuelta en un vendaje sangriento y la lleva pegada al pecho. Le sonríe a la chica, que asiente (se ve por el movimiento de la cámara).

??Qué piensas ahora sobre ella??, pregunta la chica. ?Estarán hablando de Lyda? No puede evitar preguntárselo. ?Por qué, si no, le iban a mostrar ese corte?

?No lo sé?, dice Perdiz, y acto seguido la pantalla se funde en negro.

—Está herido. ?Qué le ha pasado en la mano?

—Una lesión sin importancia. No hay de qué preocuparse. Aquí podemos corregir casi cualquier cosa.

—?Por qué me ha ense?ado eso?

—?Para que veas que está vivo, que está bien!

Lyda no se fía de él. Se lo ha ense?ado para ponerla celosa. Lo cierto es que ha estado mintiéndoles a ellos y a sí misma. Ella fue la que besó a Perdiz, no hay más vuelta de hoja. Y él nunca le dijo que la quería. Es todo una mentira. No le importa que Willux intente ponerla celosa, le da igual. Como Perdiz nunca ha sido suyo, no pueden quitárselo.

Hay algo más, sin embargo. Perdiz le devolvió el beso y cuando ella se apartó, la cara de él… no puede explicarse. Estaba sorprendido y contento. Piensa ahora en su cara y se sonríe. Que Willux haga lo que le venga en gana con su información. Vuelve a acordarse de Perdiz murmurándole: ?Actuemos como la gente normal, así nadie sospechará?. Lo dijo él, y se limitaron a fingir que eran normales. Ambos estaban aparte, eran distintos del resto. Fue una especie de confesión, un secreto compartido.

—?Por qué sonríes? —quiere saber Willux.

—Son buenas noticias; su hijo está vivo.

Willux la escruta con la mirada y después coge la cajita azul y se la tiende.

Julianna Baggott's Books