Save Us (Maxton Hall #3 )(38)


—?Regalos? ?Qué quieres decir con " regalos"?





—Guijarros, normalmente escondidos bajo el hielo. No es fácil de conseguir. Y por eso es una prueba de amor cuando un pingüino le da algo así a otro.

Lo miro fugazmente.

—Creo que ya sé por qué te gustan.

—Solíamos ver un documental con Ember sobre un par de pingüinos.

Ambas lloramos hasta las lágrimas.

Sacudo mi cabeza con una sonrisa.

—Ahora es mi turno.— Ruby cobra vida. —Nombra un lugar donde te gustaría que te besaran.

Ya no me río, sólo sonrío suavemente. —No es una pregunta.— Ruby suspira.

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—?Dónde te gustaría ser besado?

—?Por tu culpa? En todas partes.

—?James!— Me amonesta, pero veo que también sonríe.

—Tengo que pensarlo.

Hay tantos lugares que quiero visitar con ella, tantas cosas que podemos hacer juntos, momentos que quiero vivir con ella en el futuro.

Cuando pienso en mi futuro juntos, mi corazón late más rápido. Lo veo claramente con los ojos de mi imaginación: Ruby y yo en nuestro apartamento juntos, y un beso, tanto cotidiano como romántico. Hay sentimientos e intimidad que se han formado a lo largo de los a?os.

Un agradable escalofrío penetra en mi mente.

Sue?o con un beso así. Pero me doy cuenta de que no es el momento de confesarle algo tan importante.





—No exagero cuando digo: en todas partes—, respondo después de mucho tiempo. —Pero no me importaría un beso en la biblioteca.

Rodeado de libros. A hurtadillas, pero en público… Sí, eso sería algo.

—Um…

—No pareces estar contenta con mi respuesta.

—No, sólo esperaba que respondieras algo como: en un yate, bajo las estrellas.

—?En un yate, bajo las estrellas? ?Hablas en serio?— Me apu?ala en el hombro en broma.

—?Cómo sé lo que tienes en mente?

—?Cuál sería tu respuesta?— Le pregunto.

Ruby piensa mucho. Puedo sentir el momento en que decide 138

responder. La atmósfera del coche cambia de un segundo a otro, de repente es mucho más espesa.

—Me gustaría que me besaras en Oxford otra vez—, dice en voz baja.

Regreso reflexivamente con mis recuerdos a nuestra noche en Oxford. Me gritó y luego se arrojó a mi cuello. Mientras se tambaleaba, caímos en la habitación, sobre la cama. Mientras tejía sus dedos en mi pelo.

Voy a explotar mis pantalones.

—Un beso en Oxford…— Apenas puedo hablar.

Sí, se?or. Decido hacer este sue?o realidad a toda costa.





12


—Aquí siempre jugamos a las escondidas—, dice James, cuando salimos del auto y seguimos el camino de grava desde el estacionamiento hacia la casa.

—Aquí puedes entrenar para el maratón—. Respondo y miro alrededor con admiración.

En el lado derecho e izquierdo hay un gran árbol con algunos cerezos, la mayoría todavía desnudos, pero en algunas ramitas se pueden ver hojas verdes. La propiedad de Ofelia es gigantesca y no mencionaré la 139

mansión que se levanta frente a nosotros. La casa, del siglo XVIII, es en muchos aspectos similar a la residencia Beaufort, también debido a los arbustos que crecen a lo largo de las paredes, pero da una impresión mucho más acogedora.

—Solíamos venir aquí a menudo en el pasado, pero en los últimos a?os se ha vuelto cada vez más raro—, recuerda James.

—Mi madre dijo una vez que Ofelia no estaba nada contenta cuando le dieron la propiedad, porque también significaba que de ahora en adelante se mantendría alejada de la compa?ía. Recuerdo una cena familiar, durante la cual trató de convencer a mis padres de que la llevaran de vuelta a Beaufort nuevamente. Una vez incluso llegó al punto de que se le acabaron las lágrimas porque la situación empeoró. Más tarde, en realidad ya no vinimos aquí, solo la vimos en nuestra casa o en eventos de la compa?ía en Londres.





Lo miro de reojo.

Probablemente sea una sensación terrible cuando una persona quiere involucrarse, pero le cierran la puerta en la cara.

Caminamos en silencio por un momento. James respira hondo.

—Por un lado, este lugar está asociado con hermosos recuerdos para mí, por otro, constantemente me recuerdan las peleas entre mi padre y Ofelia. No tengo idea de cómo debería sentirme ahora.

El parece perdido. Puedo ver que él está tratando de ocultar lo cansada que es la situación. Pero no me esconderá nada, y lo sabe.

Estamos parados afuera de una puerta impresionante. Agarro su mano y sonrío...con un poco de tranquilidad. Sonríe, respira profundamente y pone su dedo en el botón de la campana. Cuando el fuerte gong resuena 140

y hace eco en la casa, me emociono. Todo el tiempo pensaba en James y Lydia y olvidé que no conozco a su tía en absoluto.

Espero que sea agradable.

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