Save Us (Maxton Hall #3 )(30)
la que no se le pueden confiar decisiones serias. Poco a poco, me doy cuenta de que esto no es cierto.
Miro el proyecto en el que he estado trabajando durante una hora. No empiezo las clases particulares hasta la próxima semana. Ofelia insistió en que la acompa?ara y dibujara durante el día. Ella cree que eso alejará mis pensamientos de otras cosas. También a?adió: —En el pasado, siempre me gustaron mucho tus proyectos. Tengo curiosidad por ver en qué dirección se ha desarrollado.
Al principio, me daba vergüenza dibujar en su presencia. Además, me faltaban ideas. Pero ahora es casi una rutina para mí sentarme en un sillón y hacer algo.
—Ma?ana James y Ruby vendrán...— digo después de un tiempo y miro a mi tía. Hoy lleva una larga falda blanca y una camisa vaquera, anudada a la cintura.
Recogió su pelo en un mo?o suelto, del que salen hilos de pelo rebeldes. Mi madre nunca saldría de casa con ese disfraz, por no hablar de ir a la oficina, y sin embargo en este momento Ofelia se parece tanto a ella que me sorprendo a mí misma mirándola demasiado tiempo.
—Me alegro de conocer a Ruby—, dice. Aunque se haya dado cuenta de mi vista, no lo comenta, sólo bebe un sorbo de café de una taza enorme e inmediatamente se arrepiente. —Oh, no, ya se ha enfriado.— Deja la taza.
—?Puedo conseguirte uno nuevo?— Quiero levantarme, pero Ofelia me retiene con un gesto.
—No, vamos. Es tarde de todos modos. Si tomo café ahora, no dormiré en media noche.— Me detiene y dejo de levantarme de la silla. Se me acerca. —Muéstrame.
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Le doy un boceto. Es un vestido de cartera, simple y elegante. El tipo de vestido que mi madre solía usar prácticamente todos los días. Cuando dibujé esto, sentí una extra?a conexión con ella.
—Oh,— Ofelia dice que sobre mí. Su tono delata que ella también lo notó. —Muy bonito.
Pongo mi mirada en el dibujo y la evito.
Desde que vivo aquí, no ha insistido ni una sola vez en que confíe en ella. No preguntó por mi padre, no planteó el tema del embarazo y aunque por un lado me alegro de no tener que hablar de ello, por otro lado me pregunto sobre su comportamiento. Me trata como si nada hubiera pasado, como si fuera lo más normal del mundo, que a los dieciocho a?os, espero gemelos y vivo con ella.
Tal vez así es como ella trata los problemas. O quiere darme tiempo hasta que esté lista para hablar con ella.
—No estoy segura de los colores, quiero decir. Algo no está bien para mí aquí.
Siento que me mira desde la curva por un rato, y luego suaviza mi hombro. —Tu madre siempre me aconsejó que confiara en mis instintos en esta situación.
Miro los lápices de colores de la mesa y busco el gris claro. Le doy la vuelta en mis manos y me pregunto qué haría mi madre en mi situación.
—No sabía que dibujaban juntas—, digo y finalmente miro a Ofelia.
—Constantemente,— ella responde y se sienta en la silla de al lado.
—?Sólo ropa u otras cosas?
Ofelia se ríe en silencio. —La mayoría era ropa, pero tu madre también dibujaba cómics. Algunos de ellos eran mega-fumadores.
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—?En serio?— No puedo imaginarlo en absoluto. Mamá siempre fue mortalmente seria y se centró en las cosas importantes.
—Antes de tener que ocupar el lugar de nuestro padre, Cordelia era muy despreocupada y se permitía muchas bromas.
Trato de imaginarme cómo era entonces: con un vestido suelto, con su pelo rojo despeinado, con un cuaderno de dibujo en las rodillas.
Sorprendentemente, no es tan difícil como pensaba. Estoy llena de calor, gru?endo para deshacerme del nudo, que no se cuando apareció en mi garganta.
Me gustaría conocerla así.
La música que sale de los altavoces parece inapropiada. No encaja en una conversación seria.
—Tengo fotos de ella y de sus historietas. Tu madre dejó todos sus álbumes aquí. Si quieres, puedo buscarlos.
—Eso sería genial. Gracias.
Ofelia mueve mi cuaderno de bocetos sobre la mesa.
—Siempre nos imaginamos lo que haríamos con Beaufort un día.
—Empieza después de un tiempo. —Los proyectos de su infancia...— En ella hay una tímida sonrisa que aparece en su boca. Y encuentra mi vista.
—Tu madre y yo teníamos los mismos planes. La colección de las damas.
Desarrollando la compa?ía en una nueva dirección.
—?Y qué lo cambio?— Le pregunto.
—Conoció a Mortimer. Dejó que él y nuestro padre le dijeran que ningún tesoro del mundo puede romper con la tradición. Esperé durante 112
mucho tiempo que un día cambiara de opinión y me trajera de vuelta a bordo, pero...— Ofelia se encoge de hombros. —Aparentemente, ella ya no quería eso.
Hay silencio por un tiempo. Escuchamos los riffs de guitarra de la siguiente canción. Finalmente, hablo de nuevo.
—?Todavía crees que tienes una oportunidad de hacer que suceda?