Save Us (Maxton Hall #3 )(32)
Me levanto de la silla con tanta energía que se cae al suelo. Doy un paso hacia Roger y quiero agarrar su brazo, pero entonces alguien pone su mano en mi hombro.
No tengo que dar la vuelta para saber quién. Si no lo reconociera por su suave pero firme brazo, sería por el olor único. Me encanta el olor. Tanto es así que a veces después del entrenamiento le pido prestado desodorante, 116
alegando que olvidé el mío, aunque obviamente eso no es cierto.
—Vamos, Alistair.— Habla en voz baja a mis espaldas. Le quito la mano del hombro, mirando constantemente a Roger.
—Espera.
Roger se ríe amargamente. —Puede que Beaufort se esté equilibrando todo el día, pero no llega a entrenar. El capitán no deja a sus hombres en problemas.
—Escucha, llevas en el equipo menos de un a?o y ya crees que tienes derecho a juzgar a James? No tienes ni idea de cuánto le debe este equipo.
Si no fuera por él, no estaríamos aquí.— Hablo tan alto que la gente a nuestro alrededor interrumpe las conversaciones y observa la situación. No me importa. Las palabras de Roger me llevaron a una pasión. Y cuando Kesh me toca el hombro de nuevo, me enojo aún más.
Le doy la espalda. —No me toques. —Gru?o y le quito la mano.
—Sin mencionar a ustedes dos...— Roger está tirando sin piedad.
—Todo el mundo sabe que tú...
El pánico en los ojos de Kesh me hace actuar de manera reflexiva: me doy la vuelta y golpeo con el pu?o en la cara de Roger con todas mis fuerzas. Siento sus huesos crujiendo bajo mis nudillos, le golpeo en algún lugar entre el ojo y la nariz, o ambos. Los cris se quejan y aterrizan, y entonces estalla el caos. El resto del equipo está fuertemente rodeado, Kenton recoge a Roger, alguien me lleva de vuelta. Aún no he terminado.
Quiero atacar de nuevo, quiero asegurarme de que mantenga la boca cerrada y no diga tonterías sobre el hombre más importante de mi vida.
Desafortunadamente, no va a suceder. Kesh me saca, a la vuelta de la esquina, a un peque?o callejón detrás de la barra. Ahí es donde me deja ir.
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Me paro de espaldas a él, respirando fuerte, apretando constantemente los pu?os.
—No tenías que hacerlo.— Kesh rompe el silencio después de mucho tiempo. Incluso desde esa distancia recibimos música rock a todo volumen en el pub. Trato de concentrarme en los sonidos, no en él, que está tan cerca de mí, ni en el hecho de que acabo de golpear a un compa?ero de equipo.
No tenías que hacerlo.
Parece que Kesh y yo todavía no estamos haciendo lo que realmente queremos.
—Ya no sé qué es lo que quieres oír de mí, digo yo.— De repente estoy perdiendo toda mi fuerza. Es como si hubiera renunciado a todo lo que puedo pagar. Siento a Kesh dando un paso, soy consciente del calor de su cuerpo a mis espaldas. Estoy temblando.
—No quiero oír nada.— Me pone la mano en la espalda. Esta vez es tímido. Este toque es diferente al del pub. Es familiar y gentil.
Apenas puedo tragar mi saliva.
—Kesh, te doy una advertencia.
Se está acercando, está moviendo su mano hacia adelante, sobre mi estómago. Con el pecho me toca la espalda. Estoy conteniendo la respiración.
— Alistair—, dice con voz ronca. él roza el lóbulo de mi oreja con un cálido aliento. Me cubre la piel de gallina.
—?Qué es lo que haces?— Pregunto en un susurro.
Sólo Kesh me da una excitación nerviosa, un temblor casi eléctrico, penetrando de pies a cabeza; sólo con él parezco estar ingrávido.
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—No lo sé...— responde y mueve lentamente su mano sobre mi estómago.
—Esta vez, no seré yo responsable.— Kesh se está acercando aún más.
—Si no te detienes, te daré la espalda. Te presionaré contra la pared y empezaré a besarte. Y ambos sabemos lo que pasa después.
—Supongo que tienes que recordarme—, susurra. Me abraza más fuerte. Puedo sentir su pecho en mi espalda, puedo sentir que respira más rápido, puedo sentir la dureza en mis nalgas. Mi pulso se está acelerando.
—?Qué es lo siguiente?
Me rio mucho. —Kesh, es un intento realmente patético de fingir un beso.
Y luego recojo los restos de una voluntad fuerte, agarro su mano y la alejo de mi estómago. Al mismo tiempo, sobre mis temblorosas piernas, me vuelvo hacia él.
Por la adrenalina que pulsa constantemente en mis venas, me siento mareado. Con mucho gusto me iría y lo dejaría en paz. No puedo perderme en él otra vez, no ahora que sé lo que sigue.
Pero cuando me pone suavemente la mano en la mejilla, no puedo moverme. —Alistair—, susurra.
Quería tanto oírlo decir mi nombre otra vez. Tanto. La mente me dice que me dé la vuelta y me vaya antes de que sea demasiado tarde, pero cuando Kesh me toca los labios, la mente se apaga y olvido inmediatamente todas las razones por las que debo detenerlo.
No puedo hacer otra cosa. Tengo que devolver el beso.