Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1)(54)



—Muy gracioso. —Se apartó y se dejó caer en la cama boca arriba—.

Axel, ?crees que nuestros padres se jubilarán algún día o lo dicen por decir?

—No lo sé, ?qué es lo que ocurre?

—Que acepté trabajar en la cafetería porque ellos pensaban jubilarse en poco tiempo, pero han pasado a?os. Empiezo a pensar que tan solo me convencieron para que no me marchase a otro lugar si encontraba un trabajo.

—Suena como algo que haría mamá, sí.

—Creo que voy a hablar con ellos. Se supone que yo estoy a cargo de la cafetería, pero me siguen tratando como a un empleado. Voy a darles un ultimátum. O cumplen lo que prometieron o intento montar algo por mi cuenta. Quiero, ya sabes, poder hacer las cosas a mi manera sin que mamá me dé órdenes. ?Me apoyarás si la cosa se pone fea?

—Claro, estoy de tu parte.

Dejó escapar un suspiro de alivio que no entendí, porque Justin nunca había necesitado mi aprobación ni mi apoyo. Le devolví el pu?etazo en el hombro para romper la tensión.

El timbre de la puerta volvió a sonar.

—?Ya voy yo! —oí gritar a Emily.

Nos levantamos los dos y avanzamos hacia el salón. Tomé una bocanada de aire al ver a Leah al fondo del pasillo.

?Joder, ?qué me estaba pasando??

La saludé como siempre, con un beso en la mejilla, y nos sumamos al jaleo habitual. Platos arriba y abajo, mi madre evaluando a Oliver para cerciorarse de que no había pillado ninguna enfermedad contagiosa durante aquellas semanas en Sídney, Emily ordenándoles a los gemelos que fuesen a lavarse las manos y mi padre tarareando por lo bajo la última canción de moda.

Me senté en mi sitio de siempre, al lado de Leah.

—?Quieres guisantes? —le ofrecí la bandeja.

Ella negó con la cabeza sin mirarme.

—?Max, no cojas la comida con las manos! —gritó Justin—. ?Maldita sea! Emily, pásame una servilleta. O dos.

—?Cómo va todo, colega? —mi padre miró a Oliver.

—Bien, una buena semana, ?verdad, Leah?

Ella asintió y bebió agua.

—?Y eso? ?Alguna novedad? —insistió papá.

—Bueno, hemos salido a surfear un poco alguna tarde. Ya no recordaba la última vez que lo hicimos juntos. —Oliver miró a Leah con orgullo—. Y ha sacado un notable en el último examen, ?no os lo ha dicho?

—?Eso es maravilloso, cielo! —exclamó mi madre.

—Gracias —respondió Leah bajito.

—?Te pongo más guarnición?

—No. —Leah se levantó—. Vuelvo enseguida.

Yo la imité medio minuto después.

—Voy a por la salsa —dije.

Pasé de largo la cocina y seguí hacia el cuarto de ba?o. Esperé delante de la puerta hasta que ella la abrió y entonces di un paso al frente, me metí dentro y la cerré a mi espalda. Leah se mostró primero sorprendida, luego incómoda al sentirse acorralada.

—?Ahora no me hablas? ?Quieres que todos empiecen a notar que ocurre algo?

—Ah, ?acaso ocurre algo? Pensé que dejaste claro que no.

—No me jodas. Sabes lo que quiero decir.

—No lo sé, pero empezarán a sospechar si te pillan aquí.

Estaba muy enfadado. Aunque no sabía seguro si era con ella o conmigo mismo.

—Leah, no me compliques la vida…

Ella se tensó. Me atravesó con la mirada.

Y joder, tenía una mirada muy peligrosa… Peligrosa, cautivadora y electrizante.

—No lo haré. A partir de ahora, no complicaré nada, no te molestaré, puedes estar tranquilo por eso. Déjame salir, Axel. Quiero volver.

Me aparté aliviado y decepcionado a la vez. Como si eso fuese posible.

Como si tuviese sentido…

Leah salió como un huracán. Yo me lavé las manos y pasé por la cocina para coger la salsa. En el comedor mi madre estaba echándole la bronca a Justin por algo relacionado con los proveedores.

—Te aseguro que lo tengo controlado —afirmó él.

—Pues nadie lo diría. —Mamá chasqueó la lengua.

—El chaval hace lo que puede, Georgia —intervino papá.

—?Por qué llamas chaval a tu hijo?

—Solo tiene treinta y cinco a?os.

—Y no lo parece, por cómo maneja las cosas.

No sé por qué reaccioné. Si porque vi a Emily morderse la lengua para no intervenir y defender a su marido, o porque la chica que tenía al lado me había sacado de quicio unos minutos atrás, pero interrumpí a mi madre.

—Deja a mi hermano tranquilo. —Soné seco, brusco.

Todos me miraron. Todos. Incluso Oliver alzó una ceja sorprendido desde el otro lado de la mesa. Mi madre pareció contrariada, pero terminó de comer en silencio. Cuando se levantó a por los postres, la seguí. Vi cómo se apoyaba en la encimera antes de sollozar.

—Mierda, mamá, no quería…

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