Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1)(56)



Curvé los labios recordando, recordándola…

Era la primera vez que sonreía al hacerlo.

—A mamá era imposible esconderle nada.





56



LEAH

El jardín de casa estaba decorado con guirnaldas entre las ramas de los árboles iluminando la mesa rectangular de madera. Era mi cumplea?os número diecisiete. Ya lo había celebrado con mis amigos la semana anterior, pero mamá quiso hacer también algo más familiar e invitó a los Nguyen a cenar.

Aunque acababan de verse esa misma tarde, al llegar hubo abrazos y besos antes de que fuesen a preparar los platos a la cocina. Yo me quedé en el jardín porque Emily me tendió sonriente el regalo que me habían traído ella y Justin. Lo desenvolví rápido rompiendo el papel. Eran unos libros sobre dibujo. Preciosos. Perfectos.

—?Gracias, Emily! —La abracé.

—?Eh, los elegí yo! —se quejó Justin.

Lo abracé también a él.

—Dejad paso al rey —se pavoneó Axel—. Ha llegado la hora de darle su regalo de verdad.

Oliver, a su lado, puso los ojos en blanco.

—Todavía no sé por qué soy su amigo.

—Toma —Axel me tendió un sobre. Sin envolver.

Le di la vuelta. En la parte trasera había un dibujo hecho por él bajo el mensaje ?Feliz cumplea?os, Leah?: una chica de rostro infantil con el pelo largo y rubio pintando delante de un lienzo y con la ropa llena de coloridas manchas de pintura. Era yo.

—Vamos, ábrelo. El regalo está dentro.

No podía dejar de mirar el dibujo. Había algo íntimo en la idea de verme dibujada por sus dedos, esos tan largos y masculinos que tantas veces había mirado embobada. Que hubiese hecho cada trazo pensando en mí y solo en mí…

—Leah, o lo haces tú o lo hago yo.

Levanté la mirada hacia él aún nerviosa.

—Sí, perdona. —Lo abrí. Y por primera vez, lo hice muy despacio, para no estropear el papel y quedarme el dibujo, ese que llevaría tiempo después dentro de la cartera y que miraría hasta desgastarlo—. Son…

?entradas para el concierto! ?No me lo puedo creer! —Salté al ver el logo de un grupo de música al que seguía desde hacía meses—. ?Gracias, gracias, gracias!

—?Qué es eso que acabo de oír? ?Un concierto? —Mi madre dejó un par de platos en la mesa—. ?Dónde es?

—En Brisbane… —susurré.

—?Y pretendes ir tú sola?

—No. Hay dos entradas, se lo diré a Blair.

—?A qué hora es? —insistió preocupada.

—Yo puedo llevarlas, Rose. —Mi padre le dio un beso en la mejilla y ella se calmó de inmediato, cerrando los ojos antes de asentir.

Sonreí cuando papá me gui?ó un ojo.

Nos sentamos a la mesa. Dan?el abrió una botella de vino y nos contó una anécdota que había ocurrido esa ma?ana en la cafetería. Mi cena de cumplea?os fue animada y tranquila. Emily y Justin acostaron a los gemelos en la cama de mis padres hasta la hora de marcharse, porque se caían de sue?o después de pasar la velada corriendo de un lado para otro.

Mi madre sacó la tarta y todos corearon Cumplea?os feliz. La dejó delante de mí, con esa sonrisa suya llena de orgullo que a mí me hacía sentirme inmensamente afortunada y querida.

Y entonces pedí el deseo que tiempo después recordaría. Pedí un beso de Axel mientras soplaba las velas con fuerza.

—Ya está puesto el temporizador —dijo mi padre colocando la cámara encima de la valla del porche—. ?Rápido! ?Un, dos, tres y… sonreíd!

Sonó el chasquido del flash y ese momento quedó inmortalizado.

El de después, en cambio, solo se registró en mi memoria.

—Así que irás a ese concierto con una amiga. —Axel lamía la cucharilla tras llevarse un trozo de tarta a la boca—. ?Ya no sales con ese chico?

—?Qué chico? —Dani?l frunció el ce?o.

—Se llama Kevin Jax, ?no, cielo? —preguntó mamá.

—Ya no estamos juntos —aclaré.

—?El que tenía pinta de cortar el césped? ?Qué pasó? ?Cometió el error de dejar una brizna de hierba más alta que la otra y sus padres lo castigaron sin salir? —se burló Axel.

—Hijo, cierra esa boca que tienes —lo reprendió Georgia y alejó la botella de él—. No le hagas caso, esta noche se ha pasado con el vino. Aún eres muy joven, seguro que conocerás a alguien mejor.

—Lo que tiene que hacer es estudiar y olvidarse de novios —atajó Oliver al tiempo que se levantaba y ayudaba a mi padre con los platos.

Odiaba que todos hablasen de mí, como si fuese una cría y tuviesen derecho a opinar.

Distinguí de fondo a los Beatles, sonando bajito. Imaginé el disco girando y girando y girando…

—No le hagas ni caso a tu hermano. —Axel tenía los ojos brillantes—.

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