Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1)(102)



—Leah, espera —la aparté despacio.

Joder. No quería hacerle da?o. No quería…

—Deja de mirarme así. Deja de mirarme como si esto fuese una despedida. ?Acaso no me quieres? Me dijiste…, dijiste que todos vivimos en un submarino amarillo… —Se le quebró la voz y yo me mordí el labio conteniéndome.

—Claro que te quiero, pero no puede ser.

—No hablas en serio. —Se llevó una mano a la boca y la vi borrar el beso que acabábamos de darnos, llevándoselo entre los dedos.

Me acerqué a ella; cada centímetro que separaba su cuerpo del mío me parecía una jodida tortura, y cuando pensé en lo lejos que íbamos a estar a partir de entonces, deseé abrazarla hasta que me pidiese que la soltase.

Lo habría hecho en otra vida, en otro momento…

—Escúchame, Leah. Yo no quiero ser la persona que te separe de tu hermano, porque te conozco y sé que terminarás arrepintiéndote de algo así.

—Eso no ocurrirá. Lo solucionaré con él, solo necesito tiempo, Axel.

Seguí, porque tenía que hacerlo; seguir y seguir.

—Y eres joven, vas a ir a la universidad y deberías disfrutar de esa época sin ataduras, sin mí, sin toda esta jodida situación. —Me estaba ahogando al ver cómo sus ojos se humedecían—. Crece y vive, como yo lo hice en su momento. Conoce a chicos, diviértete y sé feliz, cari?o. Yo no puedo darte todo eso.

—?Estás insinuando que salga con otras personas? —Me sostuvo la mirada, temblando y llorando, con una mueca de incredulidad.

Y yo…, bueno, yo quise morirme, porque la sola idea de pensar en otros labios acariciando los suyos, en otras manos tocándola…

—Axel, dime que no lo dices en serio. Dime que ha sido un error y empezaremos desde cero. Vamos, mírame, por favor.

Di un paso atrás cuando intentó tocarme.

—Es lo que quería decir, Leah. Es justo eso.

Se llevó una mano al pecho. Tenía las mejillas llenas de lágrimas y esa vez yo no podía limpiárselas. Me había acostumbrado tanto durante aquellos meses a sostenerla en su dolor, a ayudarla a canalizarlo, a afrontarlo, a calmarlo…, y ahora era yo quien lo creaba.

—?Por qué estás haciendo todo esto?

—Porque te quiero, aunque no lo entiendas.

—?Pues no me quieras así! —gritó enfadada.

Nos miramos en silencio unos segundos.

—Yo seguiré estando aquí —susurré.

Ella se rio entre lágrimas y se limpió las mejillas.

—Si rompes esto ahora, sabes que no volveré jamás.

—Lo siento —repetí, y aparté la mirada.

Así eran las cosas. Así era como debía ser. Llevaba días dándole vueltas, como contemplar un mismo dibujo desde mil ángulos distintos para entender cada línea y cada borrón. Y había llegado a la conclusión de que lo teníamos todo en contra, de que había sido bonito, idílico, pero también irreal. Ella se había amoldado a mí. A mis rutinas, a mi vida, a mi casa, a mi forma de entender el mundo…, y egoístamente yo quería seguir así porque me hacía feliz, pero había algo que no encajaba, como esa pieza que sabes que has metido a presión entre otras dos y, aunque dudas durante un tiempo, terminas por darte cuenta de que no iba ahí, de que no era su lugar.

Leah se paró delante de mí antes de que pudiese encenderme otro cigarro. Mirarla… dolía. Necesitaba que se marchase ya, antes de que terminase cometiendo una locura o volviese a centrarme solo en mi propio ombligo.

—?Qué es lo que hemos sido todos estos meses, Axel?

—Muchas cosas. El problema no es ese, el problema es todo lo que nunca fuimos. No nos cruzamos un día cualquiera en un bar, no te miré y me gustaste y me acerqué para pedirte tu número de teléfono. No hemos tenido una cita. No me he despedido de ti dándote un beso delante de la puerta de tu casa. Ni siquiera hemos podido ir caminando por la calle cogidos de la mano sin pensar en nada más. No hemos podido tener todo eso.

—Pero a mí nunca me importó.

Me encendí el cigarro. Debería haber pensado en cómo era Leah, en que ella no renunciaría sin aferrarse a lo que sentía, porque vivía por y alrededor de cualquier emoción que la sacudiese. Cerré los ojos cuando volví a sentir sus brazos rodeándome por detrás, abrazándome. Joder, ?por qué?, ?por qué? No soportaba más esa situación. Me volví y ella me soltó.

Aún lloraba. Aún intentaba encajarlo. Pensé que sería como rematar algo que ya estaba hecho.

—?Qué co?o quieres? ?Un polvo de despedida?

Parpadeó. Tenía las pesta?as brillantes por las lágrimas.

—No hagas esto así, Axel. Te juro que no te lo perdonaré.

—Créeme, estoy intentando ser delicado, pero me lo estás poniendo muy difícil.

—Oliver tenía razón. —Sollozó y, por fin, jodidamente por fin, dio un par de pasos hacia atrás alejándose de mí—. Eres incapaz de luchar por las cosas que quieres.

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