El mapa de los anhelos(135)
—Pero quiero que me lo digas.
Los dos nos olvidamos del juego cuando Will se inclina hacia mí. Por un instante creo que va a besarme, pero pasa de largo y me susurra al oído: —Sí. Me enamoré de una chica a la que le gustaban las pelucas de colores, las pepitas de las uvas, el olor de los rotuladores y las escaleras de caracol…
—No deberías dejarla escapar. Parece interesante esa chica —contesto.
—Lo es. Me robó el corazón.
Me entra la risa y él me rodea la cintura con los brazos. Me hace gracia tanto lo cursi que suena como el hecho de que acabemos hablando en tercera persona, casi una tradición entre nosotros. Siento la nariz roja por culpa del frío. él alarga la mano y sacude el pompón del colorido gorro de lana que llevo en la cabeza y suena, porque dentro hay un diminuto cascabel.
—Will, sospecho que la chica está deseando que te olvides de su gorro y la beses de una vez por todas.
—Mmm. ?Tú crees?
Me está sacando de quicio a propósito. Lo sé. Lo conozco.
—No te quepa duda.
Todavía sonríe cuando sus labios rozan los míos tan suavemente que la impaciencia me impulsa a ponerme de puntillas para profundizar este beso bajo el cielo de Viena. Nos quedamos ahí parados reconociéndonos en la boca del otro. Si esto fuese una película, la cámara empezaría a alejarse de los protagonistas y, poco a poco, se entremezclarían con el resto de la gente que pasea por la ciudad. Cualquiera diría que son una pareja más en medio de un mar de personas, pero en este instante se sienten únicos, pletóricos de felicidad. Al fin y al cabo, esa es exactamente la magia del amor.
Epílogo
Querida Lucy: Quizá te gustaría saber que, tras unos días inolvidables recorriendo la bonita Viena (cuando lográbamos salir de la habitación), estoy en un tren con destino a no-lo-sé, porque todavía no hemos decidido en qué parada nos bajaremos.
Es tarde y, frente a mí, Will duerme.
Si alargase el brazo, podría rozar su mejilla. Y eso me hace sentir afortunada. No dejo de pensar que, en cierto modo, tú entrelazaste nuestros caminos tanto a través del juego como al final, cuando él me encontró frente al cuadro porque sabía que ese día estaría en la galería.
No sé qué será de nuestras vidas. No sé si el próximo a?o me admitirán en la universidad o si él hará ese máster que le interesa mientras trabajamos en lo que encontremos y pedimos un préstamo estudiantil. No sé si viviremos los dos en San Francisco, quizá compartiendo apartamento, o si tendremos que mantener una relación a distancia durante un tiempo. No sé si envejeceremos juntos o si acabaremos tomando caminos separados, pero lo que sí sé es que en este preciso momento es mi persona favorita y quiero vivir intensamente con él cada segundo.
Durante este a?o he aprendido mucho gracias a ti y tus delirantes ideas.
Me has hecho entender que es diferente ver que mirar, oír que escuchar, reír que ser feliz, perder que olvidar, atreverse que ser valiente, existir que ser.
Y he comprendido que soy el resultado de todo lo que me ha sucedido, lo ganado y lo perdido, pero también de las cosas que no he vivido. Así que no puedo saber quién seré ma?ana, pasado o dentro de un a?o. Pero tengo el presentimiento de que, sea lo que sea que decida hacer, lo haré apasionadamente. He decidido que, si voy a llorar, lloraré hasta desahogarme; si río, que sea hasta que me duela la tripa; y si amo, pienso hacerlo apostándolo todo a un número y con el corazón abierto.
Somos tiempo. Huesos, carne y tiempo. Y todo lo demás es solo el atrezo de esta obra de teatro llamada vida. Así que voy a disfrutar cada instante por las dos, por ti y por mí, y si alguna vez tengo la suerte de volver a verte, te lo contaré todo como me pediste, te lo prometo.
Lucy, te quiero hasta el infinito y más allá.
Con amor, Grace.
FIN
Agradecimientos
Escribir El mapa de los anhelos no ha sido fácil, pero tengo la suerte de estar rodeada de gente que ha aportado su granito de arena para que las palabras fluyesen una tras otra hasta terminar convirtiéndose en esta novela que tienes en las manos.
Quiero dar las gracias a Editorial Planeta y a todas las personas maravillosas que trabajan cada día para que podamos seguir so?ando con historias y adentrarnos en otros mundos. En especial, no podría estar más agradecida con Lola Gulias, que depositó su confianza en este libro desde que le hablé de Grace Peterson; con Raquel Gisbert, que me apoya en cada pasito que doy, y con Laia Manchón, que siempre ha defendido mis novelas con cari?o y dedicación. El resto del equipo es igual de increíble.
A Pablo álvarez, mi agente, que es un experto en cartografía cuando se trata de elegir qué camino tomar, y que me acompa?a en este mundo de letras.
A mi madre, que trabajó durante muchos a?os en Oncología Pediátrica y que, junto a varias compa?eras, me han ayudado a documentarme para esta historia. Si hay algún error, sin duda es culpa mía y pido disculpas de antemano.