Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1)(92)


Se llevó las manos a la cabeza y yo cerré la puerta rezando para que Leah no saliese en ese momento, aunque tampoco es que la situación pudiese empeorar más. La expresión de Justin era suficiente para entender que no había nada que explicar, que ya lo sabía todo.

Tragué saliva despacio. Casi no podía respirar.

—Te dije que la llave era solo para emergencias.

—?La hostia! ?Eso es todo lo que tienes que decirme? ?Te has vuelto completamente loco? ?Has perdido la cabeza? De todas las jodidas cosas que has hecho en esta vida, te juro que con esto…, con esto has cruzado el límite. Pero tú no entiendes de eso, ?no? Tú estás por encima de cualquiera, porque está tu ombligo y luego todo lo demás.

—Baja la puta voz. Vas a despertarla.

Justin me miró alucinado. Yo también lo estaba, porque, joder, de todo lo que podía decir en ese momento, no, eso no era lo mejor; pero estaba asustado y enfadado y más bloqueado que nunca. Me mordí la lengua para evitar soltar ninguna otra idiotez y salí de casa por la puerta trasera. Mi hermano me siguió. El sol de la ma?ana brillaba en lo alto del cielo. Me interné en el camino hasta que las hierbas dejaron paso a la arena. Entonces me detuve y respiré hondo un par de veces sin apartar la mirada del mar.

—No es lo que piensas, no es una chorrada…

El viento despeinaba el cabello casta?o de mi hermano.

—Pues explícamelo. Haz que lo entienda, porque ahora mismo no sé cómo encajar esto, Axel. Nunca se me pasó por la cabeza…

—A mí tampoco. Yo qué sé, Justin. Simplemente pasó. ?Qué quieres que te diga? Me enamoré de ella. No quería, pero tampoco sé por qué está mal. No lo siento así.

—Joder, Axel. —Se alejó unos pasos.

Yo le dejé su tiempo y un poco de espacio. Esperé parado en medio de la playa mientras él caminaba de un lado a otro con el ce?o fruncido y soltando un par de tacos de vez en cuando. Me hubiese reído en cualquier otra situación, pero ese día estaba a punto de sufrir un infarto. Me acerqué a él cuando me pudo la impaciencia.

—Justin, di algo. Lo que sea.

—?Estás enamorado de ella? —Me dirigió una mirada dura.

—No me hagas repetirlo.

—Hoy no es el mejor día para que te comportes como un tocapelotas, Axel. Está bien, aceptemos que ha pasado, que estas cosas ocurren, pero eso no elimina la cuestión más importante: que tienes que hablar con Oliver. Ya.

—No puedo. Aún no.

—?Por qué? —Se cruzó de brazos.

?Joder, porque lo voy a perder.? ?Porque odio la palabra “consecuencias ”. ? ?Porque me da miedo lo que pueda pasar.?

—Necesito encontrar la manera perfecta de decírselo. Necesito que, cuando se lo explique, él lo entienda. Mira cómo has reaccionado tú y multiplica eso por mil. No es tan fácil, ?vale? Al principio quería ver adónde conducía esto y ahora…, ahora es aún más jodido.

—Te estás pringando hasta el fondo.

—?Ya lo sé, Justin, co?o! —grité enfadado.

Y entonces, en vez de replicar alguna gilipollez de estirado de las suyas, se acercó y me abrazó. Me quedé allí, un poco acartonado y frío, porque no podía recordar la última vez que había abrazado a mi hermano.

Le palmeé la espalda, todavía sorprendido, y alargué un poco más el contacto al recordar la impresión de mi padre sobre los celos de Justin cuando salimos a cenar. Mi hermano me miró y me dio un apretón en el hombro.

—Todo saldrá bien, ya lo verás. ?Quién más lo sabe?

—Nadie.

él alzó las cejas.

—?Qué esperabas? Joder.

—Está bien. Pues…, bueno… No sé….

—No tienes que hacer nada —aclaré.

—Ya. Pero si necesitas hablar o algo…

—Te llamo. Gracias, Justin. —Regresamos a casa—. Por cierto, ?para qué venías? Ah, y dame mi llave. Has roto las normas.

—No pienso devolvértela. Tenía un rato libre, di por hecho que estarías practicando surf y quería, en fin, pensé que podría pasarme por aquí y acompa?arte, que me dieses unas clases rápidas. Te llamé, pero no me lo cogiste, claro.

—?Por qué ibas a querer clases de surf?

—?Y por qué no? —Me miró desafiante.

—Porque no lo has hecho en dos décadas, por ejemplo.

—Nunca es tarde. El otro día escuché a Emily decir que le parecían atractivos los turistas surfistas. Creo que estaba hablando por teléfono con una amiga. El caso es que no puedo sacármelo de la cabeza. últimamente lo hacemos menos porque es imposible con los críos y, mírame, me está saliendo barriga y calculo que en cinco a?os dejaré de tener pelo, siendo optimista.

Me eché a reír. él me dio un pu?etazo en el hombro.

—Eres un jodido afortunado. Déjate de tonterías. ?Qué tiene que ver que le parezcan atractivos los turistas con lo que tenéis vosotros? Son cosas distintas, Justin. Y tienes la maldita suerte de tener una mujer que te adora y que, además, es divertida, lista y muy follable.

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