Puro (Pure #1)(46)


—?Pedante? —dice el propio Bradwell.

La chica no sabe qué significa ?pedante?, pero no le gusta el tono de superioridad que ha usado.

—Tan así —termina Pressia su frase—. Que le dejes hablar.

—Vale, de momento tengo que mantener la calma y, más concretamente, no ser ?tan así?… ?Algo más? —le pregunta Bradwell a la chica—. ?Qué pretendes, operarme la personalidad? ?Qué tal cirugía a corazón abierto? Tengo algo de instrumental.

Pressia se recuesta en la silla y se echa a reír, con una risa que la sorprende. No está muy segura de qué es lo que le hace gracia, pero se la hace. Bradwell es tan grande y habla tan alto, y no sabe muy bien cómo pero le da la sensación de que, de algún modo, lo ha pillado en un renuncio.

—?Qué te hace tanta gracia? —pregunta Bradwell con los brazos extendidos.

—No sé. Supongo que es porque eres un superviviente…, eres casi una leyenda… Pero te picas con mucha facilidad…

—?Yo no me pico! —replica Bradwell, que mira luego a Perdiz.

—Un poco sí que te picas —corrobora el puro.

Bradwell vuelve a su asiento en el baúl, suspira profundamente y cierra los ojos para al cabo volver a abrirlos.

—Ya está, ?lo veis? Estoy bien. Ya no me pica nada.

—?Qué más, Perdiz? Sigue —le anima Pressia.

El chico se frota la mugre de las manos. Todavía tiene la mochila sobre el regazo. Abre la cremallera y saca un librito encuadernado en cuero.

—Hace unas semanas descubrí las cosas de mi madre —continúa—. Y de pronto sentí como que existía un mundo totalmente distinto al que me habían ense?ado. Sus cosas… todavía perviven. No sé, es difícil de explicar. Y ahora que estoy aquí recuerdo que lo feo es lo que hace que lo bonito sea bonito.

Pressia sabe a qué se refiere: una cosa no puede existir del todo sin la otra. Le cae bien Perdiz, le gusta la forma que tiene de abrirse a los demás sin necesidad, hace que confíe en él.

—?Para qué has venido? —pregunta Bradwell, que quiere ir al grano.

—Después de encontrar sus cosas seguí indagando y mi padre… —Se detiene un instante y se le ensombrece la cara. Pressia no sabe interpretar bien esas emociones; tal vez quiera a su padre, o quizá lo odie. Cuesta decirlo. A lo mejor su padre es de esos a los que quieres aunque no se lo merezcan—. Fue uno de los cabecillas del éxodo a la Cúpula y sigue siendo una persona destacada. Es científico e ingeniero —habla sin altibajos, con calma.

Bradwell se acerca a Perdiz.

—?Cómo se llama tu padre?

—Ellery Willux.

Bradwell se echa a reír y sacude la cabeza.

—Los Willux.

—?Conoces a su familia? —le pregunta Pressia.

—Puede que haya visto su apellido —responde sarcástico.

—?Qué significa eso? —quiere saber Perdiz.

—Los Mejores y Más Brillantes. Pero, bueno, ?qué tenemos aquí? Tú eres de buena raza.

—?Cómo conoces a mi familia?

—Sobrevienen las Detonaciones y a ti te parece que es una mera coincidencia que la Cúpula exista y que algunos consigan entrar y otros no. ?Crees que no hubo ningún plan detrás de todo eso…?

—Venga —intenta mediar la chica. Hay que guardar la calma; Pressia no puede arriesgarse a que Bradwell se exalte, así que decide preguntarle a Perdiz—: ?Cómo saliste?

—Resulta que enmarcaron algunos de los planos del dise?o original y se lo regalaron a mi padre por sus veinte a?os de servicio. Los estudié, el sistema de filtrado del aire, la ventilación… Se oye cuando está encendido, es como un murmullo leve y profundo que se escucha por debajo de todo. Empecé a apuntarlo en un diario. —Levanta el cuaderno de cuero que tiene en la mano—. Fui anotando cuándo se encendía y cuándo se apagaba. Y luego averigüé cómo colarme en el sistema principal y que un día en concreto, a una hora determinada, podría pasar por los ventiladores del sistema de circulación cuando estaban en reposo, durante unos tres minutos y cuarenta y dos segundos. Luego, después de eso, me encontraría con una barrera de fibra transpirable que podría cortar para pasar. Y eso fue lo que hice. —Esboza una leve sonrisa—. Al final casi me succiona el viento, pero por suerte no acabé hecho picadillo.

Bradwell lo mira de hito en hito.

—Y sales, así sin más. ?Y en la Cúpula se quedan tan tranquilos? ?No te está buscando nadie?

El puro se encoge de hombros.

—Ya deben de tener sus cámaras buscándome. Aunque no funcionan muy allá. Nunca han ido muy bien, por la ceniza. Pero a saber si vendrán a por mí… En teoría nadie puede abandonar la Cúpula… bajo ningún pretexto. Las misiones de reconocimiento están prohibidas.

—Pero tu padre… —interviene Pressia—, si tu padre es una persona destacada… ?No mandarán un equipo a buscarte?

—Mi padre y yo no nos llevamos muy bien. Y en cualquier caso, nunca antes se ha hecho. Nunca ha salido nadie, a nadie se le ha ocurrido… como a mí.

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