Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1)(88)
A mi madre le tembló el labio inferior.
—No es tan sencillo, Axel.
—Explícamelo. Habla conmigo.
Y se rompió. Me miró con los ojos llenos de lágrimas y respiró hondo.
—Todo iba a ser diferente. Se suponía que nos jubilaríamos, Leah iría ese mismo a?o a la universidad, y nosotros y los Jones nos dedicaríamos a recorrer el mundo sin preocupaciones, sabiendo que vosotros ya estabais haciendo vuestra vida, y entonces…, entonces ocurrió. Ya nada será nunca igual.
Los seres humanos somos así: hacemos planes, tenemos sue?os, ilusiones y metas, y nos centramos en hacerlos realidad sin pensar en qué ocurrirá si al final no lo logramos. Yo había decidido a?os atrás que me dedicaría a pintar, pero no me paré a visualizar otra forma de vida hasta que ya estaba metido hasta el fondo en un agujero lleno de fango. Es más fácil ignorar lo negativo e ir directos hacia lo que queremos; el problema…, el problema es que luego cuesta más encajar el golpe.
Alargué una mano para alcanzar la de mi madre.
—Te entiendo. Y sé cómo te sientes. Pero no puedes quedarte para siempre anclada en este punto, mamá. Es duro, pero la vida sigue.
—No es lo mismo. Tú eres joven, Axel, ves las cosas de otra manera.
?Qué me queda a mí? Rose y yo fantaseábamos con pasar las tardes cocinando y bebiendo vino y charlando en el jardín de casa, pero ahora…
solo me queda la cafetería. Estar en casa es insoportable, necesito mantenerme ocupada para no pensar.
—Voy a vestirme —dije levantándome.
—Gracias, cielo —mamá me sonrió entre lágrimas.
Así que una hora más tarde estaba en la casa de mis padres, sentado en la mesa enfrente de Oliver y al lado de Leah, rodeado de comida, voces y risas, aunque tan solo era capaz de pensar en lo jodidamente bien que olía ella, en que quería inclinarme y darle un beso, como Emily o Justin hacían, en que lo único que me separaba de cogerla, llevármela al ba?o y desnudarla era una pizca de sentido común que aún me quedaba.
?Quién iba a decirme a mí que acabaría así?
Sentí una punzada de deseo cuando su pierna rozó la mía por debajo de la mesa. Me miró al notar que me tensaba, y me perdí en esos ojos de color turquesa durante unos segundos, hundiéndome, encontrándome en ellos…
—Vuelvo enseguida. Voy a fumarme un cigarro —me levanté con urgencia.
—?Espera! Te acompa?o. —Oliver me siguió.
Me apoyé en la valla de hormigón por la que trepaban algunas plantas y me encendí un cigarro antes de darle uno a él. La calle estaba tranquila. El sol del mediodía se reflejaba en los cristales de los coches aparcados enfrente. Di una calada larga.
—?Todo bien por Sídney? —me costó pronunciar cada jodida palabra.
—Mejor que por aquí, creo. ?Qué te pasa últimamente?
Me encogí de hombros. Tenía ganas de salir corriendo.
—Una época rara —logré decir—. Se me pasará.
—Eso espero, porque es una mierda venir aquí una semana al mes y no verte el pelo, joder. No habrás vuelto a comerte la cabeza con eso de la pintura, ?no? Eh, Axel, mírame.
Negué y expulsé el humo. Me sentía tan culpable…
—?Recuerdas lo que me dijiste hace un par de meses? Sobre esa chica tuya, Bega. Que a veces no buscas algo y simplemente aparece. —Me froté el mentón y apagué el cigarrillo—. Olvídalo, es una tontería.
—No, joder, cuéntamelo. Te escucho.
Miré la mano que acababa de apoyar en mi hombro y sentí que el suelo se abría bajo mis pies. Podría habérselo soltado a bocajarro y ya está.
Acabar de una vez. Conocía a Oliver, sabía cómo reaccionaba ante situaciones conflictivas, pero ninguna de ellas consistía en ?Me estoy follando a tu hermana peque?a, ?te parece bien??, y la incertidumbre y la cobardía se mezclaban en mi estómago. Pero me lancé a dar un paso adelante, o atrás, no lo sé.
—He conocido a alguien especial.
En teoría la conocí hace diecinueve a?os, cuando nació, pero no especifiqué eso. Analicé la expresión de incredulidad que cruzó el rostro de Oliver.
—?Tú? Joder, pues…, bueno. No sé qué decirte. El único consejo que puedo darte es que te lo tomes con calma y no te vuelvas loco los primeros meses porque eso sería muy propio de ti. Quiero decir, joder, no me mires así
Por primera vez en a?os, tuve ganas de darle un pu?etazo a mi mejor amigo.
—Ya sabes a lo que me refiero. Te aburres hasta de tus propios sue?os, Axel.
—Eso no es exactamente así.
Soné frío, raro. Oliver me miró y negó con la cabeza. Tiró el cigarro al suelo, dio un paso al frente y me abrazó. Jodido Oliver. Una parte de mí quería enfadarse con él, porque así sería más fácil.
—Intentaba arreglar las cosas, no empeorarlas. Siento no estar aquí estos meses, tío, pero no sé, llámame si necesitas algo o si quieres hablar.