Garnet Flats (The Edens, #3)(22)
En la parte superior de la pila estaba un programa de Wicked de cuando llevé a mamá al programa un fin de semana en Seattle. Había volado para visitarme mientras el musical viajaba por la ciudad. Debajo del programa había un collar de conchas marinas de mi viaje de último a?o a Cabo. Había un dólar de plata que mi tío abuelo me había dado antes de morir.
Saqué el desorden desorganizado de fotos. La mayoría de las fotos eran viejas, tomadas por mamá o papá cuando yo era ni?o.
Había un sobre de la tienda de fotografía de una hora que había cerrado hacía a?os en Main. Ahora era un estudio de fotografía, el propietario se especializaba en retratos de personas mayores y sesiones de fotos de recién nacidos. Había venido al hospital hace unos meses porque tenía migra?as, así que le había escrito una receta.
Todo en esta caja, las fotos o las baratijas, estaba vinculado a una persona en Quincy.
Excepto por una sola foto, enterrada en el fondo de la tina.
Una foto que debería haber tirado hace siete a?os pero que no había podido soltar.
Era una foto de Foster y yo en el lago Mead. Vivienne lo había tomado con la cámara impermeable desechable que había traído, no quería arriesgarse a dejar caer su teléfono en el agua.
Alquilamos tablas de remo y pasamos una tarde en el agua. Foster estaba sentado en su tabla, con las piernas colgando en el agua. Yo estaba de pie sobre el mío, sosteniendo mi remo con su hoja en el agua. Mi bikini rojo era casi del mismo color que sus pantalones cortos. Vivi se había burlado de nosotras por combinar atuendos.
Foster y yo nos sonreíamos. Hablando. No me había dado cuenta de que Vivi había tomado la foto hasta que fue a un CVS y volvió a casa con una pila de fotos. La mayoría habían sido tomas de paisajes. Había algunas de Vivi y mías que Foster había tomado. Otra toma había sido de Foster y yo besándonos.
Los que había dejado en un montón disperso en el piso de Vivi el día que me mudé. Quería que ella tuviera que tirarlos. Quería que ella tuviera que limpiar el desastre que había hecho.
Pero éste no había estado con los demás. Había estado metido en un cuaderno en mi mochila, escondido para que lo encontrara el día antes de comenzar en la Universidad de Washington.
Tal vez debería haberlo roto. Pero había estado tan aliviada de que esta peque?a parte de él hubiera sobrevivido. Así que lo guardé, lo enterré debajo de las fichas de mi infancia y no me permití volver a mirarlo.
Saber que estaba aquí había sido suficiente.
Presioné una mano en mi esternón, frotando el dolor.
Habíamos estado tan apegados el uno al otro. tan adicto _ Foster había estado entrenando para una pelea y su cuerpo había sido desgarrado. Habíamos pasado gran parte de ese verano caminando, tomando el sol y entre nosotros antes de que me mudara a Seattle.
Había planeado ayudarme a mudarme. Foster había insistido en que conduciría el U-Haul y luego volaría de regreso a Las Vegas después de que yo hubiera desempacado.
Realmente no habíamos hablado de que se mudara permanentemente. Supuse que sucedería cuando estuviera listo. Después de instalarme en la escuela. La larga distancia durante unos meses no me había preocupado en lo más mínimo. Cada vez que surgía el tema, siempre decía: No te preocupes, amor. Lo resolveremos.
Así que no me había preocupado. Había tenido tanta confianza en nosotros .
Hasta que vino al apartamento una noche, se paró en mi habitación con las cajas que ya había empacado y soltó la bomba.
Ya no podía estar conmigo, no cuando tenía sentimientos por Vivienne.
No cuando iba a casarse con ella.
A veces, todavía no podía creer que fuera real. Incluso después de todo este tiempo. Incluso después de haberse casado con ella.
?Era por eso que había ido al gimnasio esta noche?
?Porque en el fondo quería, necesitaba, que hubiera sido una mentira?
Fue gracias a Vivienne que incluso conocí a Foster. Ella había crecido en Las Vegas. Conocimos a nuestro primer a?o en la UNLV porque vivíamos en el mismo dormitorio y ambos nos especializamos en biología.
Su plan había sido ense?ar. La mía, facultad de medicina.
En mi segundo a?o, me mudé a un condominio con dos mujeres de los dormitorios, pero siempre me sentí como la tercera rueda. Vivienne había estado en una situación similar, así que en nuestro tercer a?o nos mudamos juntos.
Su padre era due?o de un gimnasio en Las Vegas, del tipo donde entrenaban boxeadores y luchadores de artes marciales mixtas. Un día, Vivienne me convenció para que la acompa?ara a hacer ejercicio.
Entré por la puerta y Foster estaba en un ring. Estaba entrenando con otro tipo, ambos empapados de sudor. No lo noté al principio, demasiado ocupado asimilando el lugar.
Vivi y yo éramos las únicas mujeres en el edificio.
Luego sonó un cronómetro y la pelea en el ring se detuvo. Foster se quitó el protector bucal de los dientes y se rió. Entonces su sonrisa se desvió en mi dirección y ese fue el comienzo.